lunes, 11 de marzo de 2024

Excursionismo o Trekking (3)

Excursionismo o Trekking implica “parajes normalmente aislados, sin senderos”, por lo que reservo muchas otras experiencias para el capítulo dedicado al “Senderismo o Hiking”. Tampoco procede incluir aquí ni las clásicas excursiones del Colegio ni las Convenciones disfrutadas durante mi vida profesional, por mucho que tuviesen momentos de comunión con la Naturaleza y descubrimiento de nuevos enclaves naturales o ciudadanos.
 
Pero a pesar de esas exclusiones, son tantas las experiencias en la práctica del Excursionismo o Trekking que cuesta trabajo elegir solo unas pocas para ilustrarlo. Con mujer e hijas estuve practicando este deporte (aunque con la limitación que daban sus condiciones físicas) en montañas tan imponentes como las que rodean el Mont Blanc, aprovechando nuestros viajes a Chamonix (Francia). Subíamos en teleférico a alguna de esas cumbres y desde allí, campo a través, íbamos descubriendo nuevos paisajes. Entre todas, no obstante, las más interesantes las disfruté en Noruega.
 
En una ocasión pasé una semana, con mi amigo Ingar Pedersen, en su cabaña o hytta que tenía en las montañas de la región de Telemak, en el centro del país, y quizás para irme entrenando, el primer día fui con él y con su mujer Sissel a la montaña más alta y emblemática del lugar, Gaustatoppen, una montaña de 1883 metros de altitud desde donde se divisan paisajes hasta 178 kilómetros de distancia en días claros. Desde su cumbre se pueden llegar a ver en esos días una sexta parte de la extensión de Noruega. El éxito total no nos acompañó esa vez ya que cuando estábamos próximos a la cumbre se cernió sobre nosotros una niebla tan espesa que nos hizo desistir y optamos por regresar. A pesar de todo, hasta aquél momento, pude disfrutar de los magníficos paisajes que se divisaban desde allí e incluso cumplir la tradición de poner una piedra sobre un enorme montón de ellas que se había formado cerca de la cumbre y en donde cada excursionista que pasa añade una piedra dejando de esta forma su impronta personal. Mi mano, pues, modificó el perfil de Gaustatoppen aunque fuese mínimamente.
 
Al día siguiente su mujer se quedó en casa y nosotros dos emprendimos el viaje a su cabaña, situada en Eggedal, en lo alto de una montaña, en pleno bosque. Desde allí realizamos cada día nuevas excursiones, siempre campo a través, porque allí era todo tan salvaje que no había senderos ni se veía a otros seres humanos. En cinco días, dedicando al menos ocho horas diarias a hacer Trekking, sólo vimos una vez a lo lejos a otra persona; incluso alguna vez pasamos cerca de alguna otra cabaña pero deshabitada en aquellos momentos. Una vez vimos una perdiz con sus polluelos y ella al darse cuenta que nos acercábamos fingió estar coja, andando en una dirección (para captar nuestra atención), mientras sus polluelos corrían en dirección contraria para esconderse. Así de sabia es la Naturaleza y la impronta grabada por la evolución y la supervivencia en todos los seres vivos.
 
Otro día estuvimos a punto de perdernos. Nos habíamos alejado demasiado y cuando quisimos volver nos topamos con un río. Buscamos infructuosamente un sitio por donde poder cruzarlo, ya que era muy ancho y de corriente rápida (aparte que el agua estaba helada por muy mes de Julio que fuese). Nos costó mucho trabajo hasta que por fin encontramos un punto por donde poder cruzarlo, no sin antes arriesgarnos a lanzar primero al otro lado las mochilas y luego saltar nosotros, ya sin carga. La suerte nos acompañó, y sobre todo el hecho de que Ingar estaba familiarizado con aquella región y sabía orientarse mejor que yo, y eso nos permitió llegar a la cabaña antes de que anocheciese, aunque en honor a la verdad hay que decir que la luz duraba casi 20 horas al día.
 

No sé quién decía “hay otros mundos, pero están en este”; pues bien, yo digo: “Hay otros idiomas, pero están en este”…
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