viernes, 22 de marzo de 2024

Fútbol (entrenador) (1)

Como el fútbol ha sido siempre mi deporte favorito, tanto para practicarlo como para disfrutar como espectador (y sufrir, que para eso soy del Atleti), no debería extrañar que además de haber sido jugador haya sido entrenador y empresario. En este capítulo me  voy a referir a mi experiencia como entrenador.
 
Todo comenzó cuando en 1988 llevé a mi hijo a hacer las pruebas en el Rayo Vallecano y, tras superar varias de ellas, finalmente consiguió una plaza en uno de los equipos de fútbol de la categoría Alevín (niños de 11 a 12 años) que tenía el Rayo Vallecano y que en este caso concreto estaba patrocinado por Pastelerías Mallorca.
 
Fue una inmensa alegría conseguir que entrase en un equipo “profesional” y yo, como padre orgulloso de su hijo, acudí con él al primer entrenamiento de la temporada 88-89 que iba a comenzar y se estrenaría con el comienzo de la Liga en el grupo del Ayuntamiento de Vallecas. Allí fueron llegando todos los niños, algunos de ellos con sus padres, aunque no todos, puesto que salvo mi hijo y yo que veníamos del otro extremo de Madrid, el resto eran vecinos de aquél barrio y vivían muy cerca del campo de entrenamiento. Esto significaba además que yo tendría que llevar a mi hijo todos los días que hubiese entrenamiento o partido, esperarlo, y volver con él; un niño pequeño no puede andar solo por Madrid ni viajar solo en Metro. Conocedores de mi ineludible obligación de acudir y estar allí todos los días, me pidieron que les echase una mano y fuese su Delegado de Equipo. Acepté encantado y comencé a llevar las riendas administrativas del equipo.
 
Los equipos que formaban aquél grupo eran, además de nosotros que nos llamábamos “Pastelerías Mallorca”, el Rayo Mallorca (también filial del Rayo), Galerías Serena, Recreativo Palomeras, Deportivo Vallecano, Buena Noticia, Cosmos, Almadén, Unión y –el que se mostró como nuestro más duro rival- AFE (el equipo de la Federación de Futbolistas Españoles). El primer partido se jugó el cinco de noviembre de 1988 contra el equipo hermano Rayo Mallorca y ¿sabéis cómo acabó? Nada más y nada menos que 9-0 así que ya desde el principio este equipo demostraba su superioridad. Y es que conforme pasaban los entrenamientos y los partidos, me quedaba maravillado de la calidad y la conjunción de aquellos pequeños futbolistas, uno de los cuales –el lateral derecho- era mi hijo.
 
Como Delegado del Equipo me reunía con el árbitro antes del partido para darle las alineaciones y después del mismo para firmar y recoger el acta arbitral. Muy metido en mi papel, seguía cada partido llevando la contabilidad de los minutos que jugaba cada jugador, y de los goles que iba metiendo cada uno. Dos veces  entre semana, acudía a los entrenamientos que se celebraban en un completísimo polideportivo de Vallecas en donde había un campo de fútbol solo para nosotros con sus correspondientes focos (ya que en invierno a última hora de la tarde era noche oscura), suficientes balones, conos de plástico para ensayar jugadas, petos para los partidillos, etc.
 
A pesar de tratarse de niños de 11 y 12 años, se les daba un entrenamiento muy completo, no sólo de táctica, sino también de técnica, de estrategia y de fortaleza física. Se les hacía correr durante media hora al menos, saliendo del polideportivo para llegar al parque cercano y regresar luego otra vez al campo para seguir entrenando. Por entonces yo aún conservaba buena forma física y me unía al grupo para correr con ellos, al igual que hacía su entrenador. No contento con eso, también echaba mis pinitos corriendo luego en solitario por la pista de atletismo que había junto al campo de fútbol de entrenamiento. Y ya metidos en faena, me ocupaba del entrenamiento específico de los porteros.
 

Si escribes “Vicente Fisac” en Amazon, podrás ver todos los libros de este autor.

No hay comentarios: