Pero la primera anécdota (y esta la conoce toda España)
se dio antes de finalizar la promoción que organicé para presenciar en París la
final de la Eurocopa: Todavía faltaban algunos partidos para decidir qué
selecciones nacionales jugarían la Eurocopa y a nuestra selección se le
pusieron las cosas muy difíciles, tanto es así que llegamos al último partido
de la fase clasificatoria necesitando inexcusablemente una victoria por 11-0
para poder jugar la fase final. Aunque el rival para ese partido era el más
débil del grupo, Malta, esa cifra tan abultada de goles sólo se daba en los
partidos que juegan los niños en los patios de los colegios, no en el fútbol
profesional y menos entre selecciones nacionales. Nadie creía que España
pudiese pasar a la fase final y para nosotros eso suponía un contratiempo;
cuanto más lejos llegase España, más interés tendrían nuestros clientes por
participar en la promoción. En fin, ya es historia lo que sucedió en aquél
partido. A España le costaba horrores marcar goles y encima se fue al descanso
habiendo encajado un gol, con un marcador a su favor de sólo 3-1. Eso
significaba que en el segundo tiempo (en 45 minutos) debía marcar 9 goles para
que el resultado final fuese 12-1, es decir, los 11 goles de diferencia que
necesitaba. Disparatado ¿verdad? Pues el resultado final fue de 12-1 y España
pasó a disputar esa fase final. Recuerdo que mi compañero y excelente dibujante
y caricaturista, Javier Cebrián, hizo una caricatura (tal como se puede ver en la portada del libro "El mejor deporte es la sonrisa") donde se me ve con un saco
de billetes a la espalda sobornando a Bonello, el portero de Malta aquella
noche, el cual no separaba la vista de los billetes y fingía estar distraído
mientras los goles iban entrando en su portería.
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