domingo, 17 de marzo de 2024

Fútbol (jugador) (4)

Acabé la carrera y comencé a trabajar. Mi primer trabajo fue en los Laboratorios Latino Synyex y allí tuve la oportunidad de jugar el primer gran partido de fútbol de mi vida. Habíamos ido de Convención al hotel Orange, en Benicasim (Castellón), el cual tenía algo que hasta entonces sólo había tenido a mi disposición en sueños: un campo de fútbol de medidas reglamentarias y porterías reglamentarias con red, y líneas marcadas en el terreno de juego, y banquillos para el entrenador y los suplentes, y marcador... y todo sobre una alfombra de césped fresco y verde. El entrenamiento previo para tan grandioso partido había brillado por su ausencia. Creo recordar que nunca antes –desde los tiempos de la carrera- había vuelto a jugar al fútbol, ni siquiera con los amigos. Pero esta vez el panorama (¡un campo de césped!) nos ponía las pilas, tan a cien, que no necesitábamos nada más para darlo todo sobre el terreno de juego. Una curiosa circunstancia vino a dotar de más interés y atractivo aún a aquél partido que íbamos a jugar. Coincidió que esos días estaba alojado en el mismo hotel que nosotros el jugador del Real Madrid y de la selección española, Zoco, que justo ese año se había retirado de la práctica profesional del fútbol. Le comentamos que íbamos a jugar un partido de fútbol y que nos gustaría se uniese a esta celebración. Como Zoco ya estaba libre de compromisos profesionales (un jugador en activo no puede permitirse el riesgo de caer lesionado en un partido de amigos) aceptó de buen grado.
 
Aquí sí que no había problema de número a la hora de completar los equipos, ya que a la Convención de Ventas habían acudido más de 100 Visitadores Médicos, además de los que íbamos de Central. En realidad, hasta tuvimos suplentes en cada bando; pero antes había que hacer las alineaciones y todos querían tener a Zoco en su equipo. Sin embargo, como el que manda manda, la decisión que se tomó no dejaba lugar a dudas: el partido enfrentaría a “los de Central” contra “los Visitadores”, y como los de Central dispuestos a jugar no llegábamos a once, Zoco y dos Visitadores se unieron a nuestro equipo.
 
Ya estaba el partido dispuesto a comenzar y los dos equipos haciéndose las fotografías de rigor (aún conservo la fotografía de aquél equipo en donde se me ve formando defensa con Zoco). En nuestro equipo formaban, entre otros, mi compañero y gran amigo Diego García Alonso, César Ramírez, Rafael de Murcia, Francisco Rodríguez Cazorla, Carlos Pascual... A los de Central nos habían dado una equipación completa de blanco (camiseta, pantalón y medias) aunque el calzado lo tenía que poner cada uno y –salvo algún caso aislado- todos llevábamos zapatillas deportivas normales y corrientes. Al otro equipo se le dio una equipación azul oscuro. Unos voluntarios se ofrecieron para hacer de árbitro y linieres. En el banquillo se sentó el médico, Juan Carlos Peña y las dos guapísimas secretarias que nos habían acompañado (por lo que caer lesionado para que te atendieran era algo bastante apetecible). También estaban algunos suplentes que querían jugar algunos minutos y, lo nunca visto por nosotros hasta entonces: ¡espectadores! Como ya he dicho, a la Convención habíamos ido más de 100 personas, por lo que todos los que no jugaron, que eran más de 80, llenaron el pequeño graderío lateral para animar a los equipos.
 
Comenzó el partido y yo me situé como lateral derecho, el número 2; un lateral un poco leñero que tenía por consigna: si pasa el balón que no pase el hombre. Me apoyaba en esa banda mi compañero Diego García Alonso que, gracias a sus largas piernas (era más alto que yo), prodigaba las escapadas y cubría mis espaldas cuando era yo quien, en ocasiones, subía. Zoco se situó en el centro del campo para organizar el juego y dar las mejores asistencias. Pronto se vio que aquellos dos equipos eran bastante desiguales. El de Central estaba formado por unos jugadores con poca experiencia, aunque auxiliados por Zoco, que valía por todos los demás. El de los Visitadores, estaba formado por la flor y nata de los Visitadores Médicos. Como eran tantos para poder elegir su once, seleccionaron a los mejores, los que tenían más experiencia futbolística y jugaban al fútbol habitualmente en sus respectivas ciudades.
 
No recuerdo cómo fueron cayendo los goles, pero sí el resultado final que fue de empate a dos, y recuerdo también que nuestros dos goles los metió Zoco, así que si no llega a ser por él hubiéramos perdido por goleada. Como estaba allí uno de nuestros artistas gráficos, Luis Díaz Ricote, que también era un gran fotógrafo, realizó un amplísimo reportaje gráfico de aquel partido. Gracias a eso han quedado inmortalizados muchos de aquellos memorables momentos y, gracias a  ellos también, queda el testimonio gráfico de cómo salvé un gol a mi equipo, despejando el balón cuando nuestro portero ya estaba batido. Por consiguiente, este partido pasó a los anales de mi historia deportiva como uno de los más grandes acontecimientos por múltiples razones: jugar equipos completos en campo reglamentario de hierba y hasta con espectadores, jugar con un jugador profesional, aguantar corriendo los 90 minutos, hacer una buena defensa y salvar a mi equipo de un gol cantado. ¿Qué más se podía pedir?
 
Al final, ya exhaustos los jugadores, nos saludamos y abrazamos unos a otros. Devolvimos nuestras equipaciones, y por alguna extraña circunstancia, el pantalón blanco que me habían dado se quedó a vivir conmigo... y tuvo una larga y feliz vida, recordándome muy a menudo aquella tarde de gloria, hasta que muchos años después la tela del pantalón, literalmente, se desintegró. Antes, no obstante, vivió otros momentos de gloria.
 

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