Capítulo 26.- Todo a 100
Mientras
Pedro empezaba a escudriñar "la libreta secreta" de Jacinto, David el
repartidor de pizzas conducía su Vespino de cabeza a lo que sería seguramente
"la madre de todas las broncas" con Andrea. Y la verdad, David estaba
para aguantar poco. Su corazón
latía como una patata frita por los huesitos de Pía.
Andrea Canoli, el dueño de "La Pizza risueña", era un
auténtico superviviente. Su currículum laboral, más que risa, daba pena:
legionario en Ceuta (encargado de la limpieza de la cabra mascota), vendedor a
domicilio de la gran obra cumbre de la medicina natural "A la salud por el
ajo y el limón", camarero ocasional de bodas, bautizos y comuniones en los
salones "Lady Chonchi", temporero en la recogida de melones y sandías
en algunas fincas manchegas, recauchutador de neumáticos de camión en
Despeñaperros, bruja en "El tren de la bruja" en las ferias
andaluzas, sparring del boxeador Poli Diaz... y pinche de cocina del carguero
mercante de bandera italiana "Vesubio", que hacía la ruta
Shangai-Valencia, transportando los cientos de contenedores de artículos
inauditos que llenan las tiendas de los chinos "Todo a 100".
En este trabajo tuvo como jefe al cocinero Paolo Caronte, un viejo lobo
de mar, que le enseño los secretos de la cocina italiana de clasificación
gastronómica de 5 estrellas de la Mahou. Tres años pasó Andrea en el "Vesubio"
donde, de tanto moverse por el trajín del oleaje, se le trastornó el
hipotálamo, que le producía una mezcla de hormonas más parecidas a los restos
de una sangría de fiesta de pueblo que a algo que pudiera generar el cuerpo
humano.
Cuando le daba "el ataque", Andrea se lanzaba a un contenedor
chino y se dedicaba a leer las instrucciones de los productos, redactadas en
ese idioma que los chinos creen que es español, hasta que dos marineros polacos
de tamaño "armario de tres puertas con maletero", podían reducirle y
confinarle en el infecto cubículo que era su camarote compartido con un libanés
albino, un ruso poeta, un hindú guarro donde los haya y un mono tití que había
robado en una de las escalas en Alejandría.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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