Capítulo 20.- Todo queda en casa
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Dígame -contestó el agente de policía- Sí, sí... aquí los tengo. ¿Cómo? ¿Está
seguro? Sí, sí, lo que Vd. diga...
Colgó el teléfono algo decepcionado. Su bolígrafo estaba preparado para hacer los dos mil metros vallas en multas y sanciones, pero por orden superior tuvo que guardarlo de mala gana.
- Me han llamado de comisaría y me han dado instrucciones precisas, porque parece que usted –dijo el agente dirigiéndose a Violeta- es la pieza clave en un asunto de gran trascendencia. Un tal Toribio, que ahora parece que está más con un pie en el otro barrio que en éste, ha contado una historia rarísima en el cuartelillo de la Guardia Civil, cuando estaba detenido
Violeta giró en seco y le miró inquisidora:
- ¿Qué ha contado exactamente ese señor, al que aún no estoy segura de conocer? -preguntó a Violeta, que no paraba de abrazar a sus hijos a los que creía perdidos.
Pía y Edu, al ver la reacción de su madre, se acercaron al agente, expectantes.
David aprovechó para hacer mutis por el foro. Tenía un par de multas de tráfico impagadas y no le hacía ninguna gracia tener que tratar con un agente de la ley. Sin embargo, mientras se apartaba del grupo, no pudo evitar pensar en la mirada de Pía y sus rizos cayendo sobre su frente... Quizás en otras circunstancias, hubiera podido... hubiera sido capaz de decirle... Pero ¡que idiota era! Sólo era un repartidor de pizzas, y con la racha de entregas fallidas que llevaba, probablemente pasara a ser un repartidor despedido....
Colgó el teléfono algo decepcionado. Su bolígrafo estaba preparado para hacer los dos mil metros vallas en multas y sanciones, pero por orden superior tuvo que guardarlo de mala gana.
- Me han llamado de comisaría y me han dado instrucciones precisas, porque parece que usted –dijo el agente dirigiéndose a Violeta- es la pieza clave en un asunto de gran trascendencia. Un tal Toribio, que ahora parece que está más con un pie en el otro barrio que en éste, ha contado una historia rarísima en el cuartelillo de la Guardia Civil, cuando estaba detenido
Violeta giró en seco y le miró inquisidora:
- ¿Qué ha contado exactamente ese señor, al que aún no estoy segura de conocer? -preguntó a Violeta, que no paraba de abrazar a sus hijos a los que creía perdidos.
Pía y Edu, al ver la reacción de su madre, se acercaron al agente, expectantes.
David aprovechó para hacer mutis por el foro. Tenía un par de multas de tráfico impagadas y no le hacía ninguna gracia tener que tratar con un agente de la ley. Sin embargo, mientras se apartaba del grupo, no pudo evitar pensar en la mirada de Pía y sus rizos cayendo sobre su frente... Quizás en otras circunstancias, hubiera podido... hubiera sido capaz de decirle... Pero ¡que idiota era! Sólo era un repartidor de pizzas, y con la racha de entregas fallidas que llevaba, probablemente pasara a ser un repartidor despedido....
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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