Capítulo 18.- Muchos quesos para tan
poca moto
-
¿Qué llevas ahí? -le inquirió el agente.
- Una cuatro quesos -respondió el pizzero.
- Pues del cajón asoman dos quesos -ironizó el agente.
Total, que los puso firmes a todos, menos a Edu, que no pudiendo aguantar más, disimuladamente se puso a mear junto a la moto.
- ¡Eh! ¿qué haces? -gritó el agente.
Y Edu se volvió sin haber detenido el chorro que regó el interior del cajón con lo que quedaba allí de la cuatro quesos.
- No se enfade agente -susurró con dulzura Pía al tiempo que pestañeaba con tanta intensidad que le levantó el flequillo al agente. Y empezó a explicarle lo que pasaba.
En esto se oyó un brusco frenazo: eran Violeta López de la Manteca y Jacinto Monteperales.
- ¡Hijoooos! -gritó ella.
- ¡Ojoooo, que casi me pilla! -gritó el agente.
Ante tantas irregularidades, el agente sacó su teléfono:
- Voy a pedir refuerzos, aunque sea a la Guardia Civil; no voy a tener suficiente bolígrafo ni talonario para poner tantas multas -dijo en tono severo.
Sin embargo al ir a coger el teléfono éste sonó; era una llamada de la comisaría.
Mientras
tanto, no lejos de allí, Pedro Bareta contemplaba cómo el fuego de su chalet se
había extendido al de Jacinto y sin saber por qué, comenzó a recordar el día
que conoció a Violeta (Violetita la llamaban entonces y él le cambió el nombre
por Tita ya que lo de Viole podía acarrearle algún que otro disgusto).
- Una cuatro quesos -respondió el pizzero.
- Pues del cajón asoman dos quesos -ironizó el agente.
Total, que los puso firmes a todos, menos a Edu, que no pudiendo aguantar más, disimuladamente se puso a mear junto a la moto.
- ¡Eh! ¿qué haces? -gritó el agente.
Y Edu se volvió sin haber detenido el chorro que regó el interior del cajón con lo que quedaba allí de la cuatro quesos.
- No se enfade agente -susurró con dulzura Pía al tiempo que pestañeaba con tanta intensidad que le levantó el flequillo al agente. Y empezó a explicarle lo que pasaba.
En esto se oyó un brusco frenazo: eran Violeta López de la Manteca y Jacinto Monteperales.
- ¡Hijoooos! -gritó ella.
- ¡Ojoooo, que casi me pilla! -gritó el agente.
Ante tantas irregularidades, el agente sacó su teléfono:
- Voy a pedir refuerzos, aunque sea a la Guardia Civil; no voy a tener suficiente bolígrafo ni talonario para poner tantas multas -dijo en tono severo.
Sin embargo al ir a coger el teléfono éste sonó; era una llamada de la comisaría.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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