Capítulo 25.- El melón secreto
Los
bomberos ya habían terminado su trabajo y le pidieron sus datos a Pedro –que se
había quedado junto a ellos para entorpecer todo lo posible las tareas de
extinción- pero los bomberos eran hábiles y consiguieron su objetivo. Ya antes
de marcharse, lo interrogaron sutilmente para posteriores investigaciones:
- ¿Cómo se llama? -preguntó un bombero.
- Bareta -respondió Pedro secamente (quería ser todo lo seco posible ya que eso favorece el fuego).
- Nombre de pila -le espetó el bombero.
- Duracell -citó Pedro.
- Oiga, que no estamos aquí de broma -se enfadó el bombero.
Y como Pedro vio que estaban de malos humos, dejó la ironía y contestó a sus preguntas.
Una
vez se marcharon se dedicó a pasear por el jardín de Jacinto. Allí había restos
de la tele de plasma y de algunos muebles que habían volado por los aires hasta
aterrizar en el césped, ahora todo cubierto de ceniza. En esto su pie pisó un
objeto rectangular, se agachó para recogerlo y vio que se trataba de un pequeño
libro o agenda. A pesar de la suciedad reinante se veía en la portada la
pegatina de unos melones. ¿Tendría eso algo que ver con la historia de Jacinto?
Alguna vez le había escuchado historias sobre los melones y las extraordinarias
cualidades del funguicida “Milgo E” fabricado por Zéneca Agro (ahora Syngenta)
para combatir el oidio de un gran número de cucurbitáceas. Pedro no tenía
oidio, pero sí odio hacia Jacinto, sin saber muy bien por qué, quizás por su
prepotencia, o por esa manía de quitarle a Pedro una caspa imaginaria de su
hombro cada vez que se encontraban.
Abrió con cuidado esa especie de agenda y cuál no sería su sorpresa al comprobar que toda ella estaba escrita. Había allí números muy largos, algo así como números de cuentas corrientes, resúmenes bancarios, teléfonos, nombres, datos de citas... tendría que investigar a fondo ese material, abrir ese “melón”, quizás allí encontrase algo que utilizar contra él...
- ¿Cómo se llama? -preguntó un bombero.
- Bareta -respondió Pedro secamente (quería ser todo lo seco posible ya que eso favorece el fuego).
- Nombre de pila -le espetó el bombero.
- Duracell -citó Pedro.
- Oiga, que no estamos aquí de broma -se enfadó el bombero.
Y como Pedro vio que estaban de malos humos, dejó la ironía y contestó a sus preguntas.
Abrió con cuidado esa especie de agenda y cuál no sería su sorpresa al comprobar que toda ella estaba escrita. Había allí números muy largos, algo así como números de cuentas corrientes, resúmenes bancarios, teléfonos, nombres, datos de citas... tendría que investigar a fondo ese material, abrir ese “melón”, quizás allí encontrase algo que utilizar contra él...
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
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