Esta poesía fue escrita por Gaspar Fisac Orovio en abril de 1889 con una dedicatoria especial a su suegro: “A Don Manuel Clemente”. Se publicó en el nº 394 de “El Eco de Daimiel”.
Entre el punto de partida
y la estación de llegada,
es tan larga la jornada
que al emprenderla intimida;
inquieto el vapor convida
a salvar los anchos mares,
y corriendo sus azares
surca el viajero las olas
que en las playas españolas
quiere recorrer sus lares.
Como la blanca gaviota,
el vuelo tiende a su nido,
mira el viajero rendido
la ansiada playa remota;
llega al fin; del compatriota
estrecha alegre las manos...
ya no son sus sueños vanos,
ya su vista no le engaña,
ya está en su patria, en España...
va a abrazar a sus hermanos.
Y se olvidan los dolores
de los fatigosos días,
y espontáneas alegrías
van borrando sinsabores,
son más gratos los olores
de los montes y praderas,
son las aves más parleras,
goza el pecho de más calma
y oleadas son del alma
las horas que huyen ligeras.
Bendice el viajero al hado
que pocas veces concilia
amor, riqueza y familia,
todo al regreso aumentado...
Si perdiste a un ser amado
conmigo ven a llorar,
nadie te puede brindar
el regocijo que yo...
¡Sólo a un triste consoló
a otro triste consolar!
a otro triste consolar!
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