lunes, 29 de octubre de 2018

Del blanco y negro al… coloreado


Antiguamente (hace sesenta años) cuando uno se iba de viaje (aunque sólo fuese a unos pocos kilómetros de distancia) lo primero que hacía era llamar por teléfono para decir que había llegado bien y poco más (las conferencias eran muy caras). Al cabo de unos pocos días se solía comprar una postal y escribir algunas letras y mandarla para que supiesen lo bien que te lo estabas pasando. Salvo que la estancia fuese muy prolongada, la mayor parte de las veces tú regresabas antes que hubiesen llegado las postales a su destino.

Aquella era una época en blanco y negro sobre el papel, pero llena de color en nuestra vida. Y como todo avanza, y como todo cambia, las postales en blanco y negro fueron dejando paso a las postales en… (no, en color no, que eso llegaría años más tarde), a las postales coloreadas. Aquí tenemos un ejemplo de aquellos primeros intentos en que con habilidad iban dando algunos trazos de color suave a determinados detalles de la foto (las copas de los árboles siempre eran verdes, el suelo siempre marrón, el cielo siempre azul, los tejados siempre rojizos…)





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