Esta composición poética de Gaspar Fisac Orovio, dirigida a una buena amiga suya, fue escrita en diciembre de 1889 y publicada en el nº 405 de “El Eco de Daimiel”.
I
Si en alas del placer, con loco empeño,
fugaces pasan para ti las horas,
si siempre escuchas del rendido dueño
las promesas de amor halagadoras,
si el grato despertar de dulce ensueño
no lo amarga el dolor, si nunca lloras,
no canto para ti, que es vano intento
turbar tu dicha con mi triste acento.
II
Mas tú conocerás a ese tirano
que el blando ritmo del latido altera,
que el alma oprime con alevosa mano
y hace gemir con aflicción postrera;
tú habrás sentido su veneno insano
en fiera lucha con su garra fiera...
¿Quién no ha sufrido del dolor el yugo
si es de la pobre humanidad verdugo?
Un instante no más, el triste instante
en que sentiste su ponzoña fría,
quiero evocar en ti, porque es bastante
que haya entrado en tu pecho un solo día,
para que cuando yo mis penas cante
encuentre un eco en tu aflicción la mía...
¡Un eco de amistad sagrado y tierno,
grande como el dolor, como él eterno!
IV
No extrañes, fiel amiga, que yo anhele
encontrarte en la cárcel del tormento;
la ley de la atracción que a ti me impele,
la afinidad tal vez del sentimiento,
hacen que el alma en mis suspiros vuele
como la alondra por el vago viento,
buscando al remontarse quien recoja
los trinos con que exhala su congoja.
V
Corre el arroyo al caudaloso río
y el río corre al turbulento mar;
vuela el ave atraída al bosque umbrío,
que allí la llama arrullador cantar;
en la etérea región, en el vacío,
los astros se persiguen sin cesar;
natura muestra en su perenne vida
que está en la ley de la atracción nacida.
VI
¡La ley de la atracción! Divina escala
que van todos los seres recorriendo,
de igual modo el que ostenta rica gala,
que el que va los despojos recogiendo;
los suspiros que el pecho en ella exhala,
cual afinadas notas, van subiendo
hasta llegar, cuando se eleva el alma
atraída por Dios, a eterna calma.
VII
Fecunda inspiración, amante anhelo,
bastardas ambiciones, sed de gloria,
amor al bien y criminal desvelo,
vosotros sois de la atracción la historia,
del tomo impalpable al ancho cielo,
del instinto del bruto a la memoria,
cuanto en el mundo gira y vive y piensa,
cede a esa fuerza incontrastable, inmensa.
VIII
Nada a esa ley universal resiste,
que infinito es su impulso y poderío,
y ya que en mi alma su influencia existe,
cuando llegue a tu pecho el canto mío,
renazca de su fondo el llanto triste
cual de profundo manantial el río,
que no será tu corazón de roca
si el oleaje del dolor te toca.
IX
Llora, llora conmigo en el instante
que aquestas rimas cuidadosa leas,
pues tal vez lejos de tu fiel amante,
contra tu eterna aspiración te veas,
quizá al soñar felicidad constante
cuando despiertes desgraciada seas,
y si tal infortunio te tortura
comprenderás mi amarga desventura.
X
Apenas pude dirigir los ojos
hacia el camino que el amor seguía:
quise apagar la sed de mis antojos
libando cuantas flores me ofrecía;
yo no vi en el sendero los abrojos,
solo las flores con placer veía,
y al bajarme embriagado hasta besarlas,
el dolor me hizo al punto abandonarlas.
XI
De irresistible impulso poseído
seguí de amor la luminosa huella,
y al fin pude admirar, de gozo henchido
su imagen casta, esplendorosa y bella...
¿Pero qué infeliz náufrago herido
logra mirando la polar estrella,
si no encuentra al rendirse de fatiga
la salvadora mano de la costa amiga?
XII
¡Bendita la amistad! Orilla amena
del desierto camino de la vida,
de gayas flores y de aromas llena,
al caminante a descansar convida;
y es la que nace en el dolor tan buena
que cura el alma en invisible herida,
es la atracción del mundo de la idea,
la amistad del dolor... ¡Bendita sea!
la amistad del dolor... ¡Bendita sea!
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