Revisando el “Estudio de Confianza en el Sistema Nacional de Salud” de la Fundación Biblioteca Josep Laporte, en donde se compara el nivel de confianza de los españoles en los médicos frente a otras profesiones, llama poderosamente la atención el bajo nivel de confianza de la población en los medios de comunicación.
A la pregunta de si consideran que una serie de profesiones que se muestran a los entrevistados realizan su trabajo correctamente, vemos que mientras el porcentaje más alto corresponde a los centros médicos (78%) y hospitales públicos (75%), los medios de comunicación sólo llegan a un 56%, aunque, eso sí, el Gobierno ostenta el farolillo rojo con un 41%.
Y si de ahí pasamos ya directamente al nivel de confianza en que estas profesiones intentan hacer lo mejor para la sociedad, vemos que el mayor nivel de confianza corresponde a los científicos (66%) y otra vez a los médicos (64%), mientras que el nivel de confianza en los periodistas se desploma hasta un 23% solo por encima de abogados y economistas (20%) y ¡como no! de los políticos, que vuelven a ostentar el farolillo rojo con un exiguo 11%.
Si esto es cierto (y no hay razones para dudar demasiado –salvo matices- con este estudio que está avalado por la Harvard University School of Public Health) los ciudadanos –todos nosotros- que cada día convivimos y nos empapamos de la actualidad a través de los medios de comunicación, desconfiamos de ellos. Se produce así una relación de “te quiero y te necesito, pero no me fío” o de “quiero que me digas lo que pasa, pero ya veré si me lo creo o no”.
La pregunta es ¿son los periodistas, por sí mismos y por el trabajo que hacen, los que no han sabido ganarse la confianza del público, o hay otros factores que nos arrastren en esa baja percepción de valor?
Si hablamos de influencias, sí que hay una muy clara y es la influencia política en las informaciones periodísticas. Sólo hace falta revisar los contenidos de cualquier medio de comunicación para darse cuenta de la influencia que tiene en los mismos una determinada tendencia política. Por ello cabe preguntarse si acaso no son los políticos quienes con su bajísimo nivel de confianza nos arrastran a los informadores en esa caída, precisamente por estar “al servicio” de un determinado partido o tendencia política.
Seguro que hay muchas otras causas, pero –probablemente- esta es también una de ellas.
A la pregunta de si consideran que una serie de profesiones que se muestran a los entrevistados realizan su trabajo correctamente, vemos que mientras el porcentaje más alto corresponde a los centros médicos (78%) y hospitales públicos (75%), los medios de comunicación sólo llegan a un 56%, aunque, eso sí, el Gobierno ostenta el farolillo rojo con un 41%.
Y si de ahí pasamos ya directamente al nivel de confianza en que estas profesiones intentan hacer lo mejor para la sociedad, vemos que el mayor nivel de confianza corresponde a los científicos (66%) y otra vez a los médicos (64%), mientras que el nivel de confianza en los periodistas se desploma hasta un 23% solo por encima de abogados y economistas (20%) y ¡como no! de los políticos, que vuelven a ostentar el farolillo rojo con un exiguo 11%.
Si esto es cierto (y no hay razones para dudar demasiado –salvo matices- con este estudio que está avalado por la Harvard University School of Public Health) los ciudadanos –todos nosotros- que cada día convivimos y nos empapamos de la actualidad a través de los medios de comunicación, desconfiamos de ellos. Se produce así una relación de “te quiero y te necesito, pero no me fío” o de “quiero que me digas lo que pasa, pero ya veré si me lo creo o no”.
La pregunta es ¿son los periodistas, por sí mismos y por el trabajo que hacen, los que no han sabido ganarse la confianza del público, o hay otros factores que nos arrastren en esa baja percepción de valor?
Si hablamos de influencias, sí que hay una muy clara y es la influencia política en las informaciones periodísticas. Sólo hace falta revisar los contenidos de cualquier medio de comunicación para darse cuenta de la influencia que tiene en los mismos una determinada tendencia política. Por ello cabe preguntarse si acaso no son los políticos quienes con su bajísimo nivel de confianza nos arrastran a los informadores en esa caída, precisamente por estar “al servicio” de un determinado partido o tendencia política.
Seguro que hay muchas otras causas, pero –probablemente- esta es también una de ellas.
5 comentarios:
No te quepa duda de que esa es la causa.
Es impensable que en El Mundo, La Razón, ¿Libertad? Digital, la COPE, etc... haya una voz discordante de la línea editorial del medio.
En menor medida, puede decirse lo mismo de la prensa progresista y los medios audiovisuales de la misma tendencia, aunque se aproximen más a la objetividad.
Uno toma posiciones, de tal manera que si yo veo en el Metro a alguien leyendo El Mundo pienso: "ese es un facha", cosa que no me pasa si veo a alguien leyendo el ABC, momento en que pienso que es un conservador, sin más... y merece mi respeto absoluto.
Me figuro que la misma cosa les pasará a los que me vean a mi leyendo Público, que me etiquetarán de judeo-masónica y si voy con El País, dirán que soy solo una progre...
Y también ayuda al desprestigio cierta clase periodística que insulta, miente, difama y hace política de manera descarada e incluso quiere influir en los poderes del Estado...
Es todo un tema, inefable, y la limpieza debe pasar por ellos. Ellos tienen que ganar el respeto que han perdido... ¿cómo se puede respetar a Jiménez Losantos, por ejemplo?
Los periodistas deberían informar, crear buenos artículos de fondo, cada uno con su ideología, sea el medio que sea, pero informar, nunca crear opinión y mucho menos manipular.
Pues sí, la diversidad de opiniones es respetable; lo que nunca se debe hacer es mezclar opinión e información. La opinión tiene que ir identificada (como la publicidad) y la información debe ser neutral y objetiva; que ya somos mayorcitos para pensar por nosotros mismos.
Bajo mi parecer hay demasiadas pleitesías que el periodista ha de conceder según, donde, cuando y como realice su trabajo, y cuando NO les abren la puerta a "otras oportunidades profesionales", como bien sabes amigo PI.
No seré yo el que prejuzgue a alguien por el periódico que lleva entre sus manos, pues el diario del que vende el diario me lo explicitó: "Ahora tengo que tener más ejemplares de este periódico porque ha salido una colección de lazitos con campanillas que llevan los perritos; y como hace furor, pues eso a pedir treinta ejemplares más....". Periódicos y revistas llenos de cupones, DVDs, colecciones, ect....
Apuntado lo anterior, si que se es extremista en lo deportivo, As vs. Sport por ejemplo, porqué aquí si hay una identificación clara y meridiana.
Sin sentar cátedra, si deberíamos inventar un término para este tipo de profesionales que profesan un seguidísimo a las siglas, no aquellos que hacen artículos de opinión sino a los que DESinforman...podría ser...¡Demagodista!
Seamos críticos y constructivos con los periodistas, pero implacables a la hora de denostar a los Demagodistas.
Desde el Sur, un siempre admirador de ustedes....
Querido amigo del Sur: Con tu permiso voy a añadir esa palabra "demagodista" a mi colección de nuevos términos. Me encanta.
Estimado y apreciado Palabras Inefables, tuyas son mis palabras inscritas en tu casa...
Desde el Sur, un siempre admirador de ustedes....
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