La misión de cualquier empresa es ganar dinero para que los accionistas obtengan el mayor rendimiento posible por su inversión. Esto es así, nos guste o no nos guste. Si no fuese así, no hablaríamos de empresas sino de ONGs, Fundaciones, etc.
En esta lucha dentro de mercados competitivos, a veces hay que recortar empleo y despedir trabajadores. Bien es cierto que la mayor parte de las veces, cuando se llega a este extremo es por una mala gestión previa (gastos excesivos, mala planificación, inversiones equivocadas, etc.) aunque también pueden influir factores externos.
Puestos así, no cabe más remedio que aceptar que algunas veces los recortes de empleo son un mal menor para poder asegurar el futuro de la compañía y por consiguiente de los trabajadores que permanecen en la misma.
El problema, entonces, no es el hecho en sí de despedir empleados, sino la forma en que se hace. Por desgracia, en muchas ocasiones, la empresa sólo trata a los trabajadores como números, no como personas; los criterios para la elección de los despedidos no son transparentes, sino arbitrarios; no se les presta apoyo humano ni comprensión ni ayuda; se mira a los empleados con recelo, con miedo de que puedan atacar a la empresa; se trata de pagarles la indemnización más baja posible; y así podríamos seguir.
Ya en el colmo de la inhumanidad (conozco los casos concretos que cito a continuación) se despide a personas que acaban de incorporarse tras haber dado a luz, a otras que se incorporan tras una depresión, a otras convalecientes de un infarto, a otras que acaban de salir de una operación de un tumor cerebral, a otras diagnosticadas de cáncer.... Pero ¿qué es esto? ¿Hasta dónde puede llegar la degradación?
Afortunadamente, en el otro extremo, también hay casos positivos. Empresas, incluso grandes multinacionales, que piensan en los empleados como seres humanos y que al tener que tomar una decisión de este tipo se vuelcan en el apoyo de aquellos empleados que no van a continuar en la empresa, con todo tipo de ayudas, materiales y morales.
Yo viví hace años una fusión (con los despidos correspondientes) y fue ejemplar por su respeto a los derechos humanos, pero ¿por qué no habrá más ejemplos de aquél tipo?
1 comentario:
¡Uf! Respiro honda y lentamente, quizás no se si acaso, imbuido de una rabia contenida que me transpira por los poros de la piel, estoy muy, pero que muy enfadado, llegando incluso a estar inmerso en un desalentador estado de desapego a mi mismo. Número, simple y desalentadoramente, esa es nuestra verdadera seña de identidad en el mundo empresarial que nos movemos.
¡No! Gritan los “gurus” de “retener el talento”, “conjugar viada familiar y laboral”, “sentirse implicado en el proyecto común”, vanas frases sino se llenan de contenido real.
Abril trajo una “ERE”, que por desagracia no se refiere a esa maravillosa letra de nuestro diccionario, -que tanto le cuesta pronunciar bien a los “guiris”-; se refiere a un Expediente de Regulación de Empleo, nombres que eran dianas sin saber que estábamos en batalla. Motivo: Dinero. Resultado: ¡A la P… Calle!
Pero mi ánimo no es debido a esto, puesto que hay una frase que me ayuda a no plantearme alternativas sobre algo de lo que no soy siquiera consciente : “Comíamos antes de estar en esta empresa y pensamos seguir comiendo cuando no este en ella” Pero todo esto tiene hoy tan poca importancia, mi alma se encuentra en ese estado de relativismo porqué…
Un Compañero, con una “C” inmensa como su corazón, se nos ha ido de manera trágica, por la manera de marcharse, por su edad,… por su hueco sobre todo, junto al Cabo de Gata, en esa Almería de tantos cantos jondos silenciados por la mar. Su familia lo mantendrá vivo, nosotros lo iremos despidiendo y despegando de nuestra vida poco a poco, no sin dolor aquellos que lo disfrutamos.
Adiós, Ramón, adiós.
Desde el Sur, un siempre admirador de ustedes....
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