Durante estas últimas semanas he ido publicando a diario
en este blog, “Palabras inefables”, mis divertidas experiencias con la práctica
de más de sesenta deportes. Ha sido una forma de compartir sonrisas y desdramatizar
ese afán competitivo que se quiere dar a todo en esta vida, incluido el mundo
del deporte. Digo y vuelvo a repetir que lo importante no es ganar, ni tampoco
competir; lo importante es pasárselo bien, divertirse, y eso es lo que he hecho
en la práctica surrealista de esos deportes.
Pero el hecho de que tenga sentido del humor y de que me
guste divertirme y reír, no significa que dentro de mi cabeza haya serrín, sino
que hay un cerebro. Y el hecho de tener cerebro no significa que sólo tenga cerebro
(un órgano que como el resto del cuerpo se descompondrá y convertirá en polvo y
finalmente desaparecerá) sino que también tengo alma, o espíritu o como quieras
llamarlo. Es decir, no sólo miro el presente y vivo en el mundo, sino que
también abro la puerta a lo invisible y me adentro en los caminos del espíritu.
Por eso, después de todos estos post divertidos sobre el
mundo del deporte, voy a cambiar de dial y a sintonizar con esa emisora que nos
lanza mensajes que sólo somos capaces de captar cuando dejamos que sea nuestro
espíritu el que tome el relevo.
Es pues, ahora, el turno de lo etéreo…
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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