viernes, 18 de octubre de 2013

Nadie es quién para juzgar

Y Marianne empezó a explicarle cómo había sido su vida, vamos, más o menos lo que ella había reflejado en aquél artículo de la revista VG. Pero Eloy ya tenía casi la certeza de cuáles eran las preferencias de Marianne, por lo que no denotó ninguna sorpresa cuando ella le explicó que “para mí el cielo es estar con una chica”. Al ver que aquellas palabras no variaban la expresión de Eloy, la que se extrañó fue ella, así que le preguntó:
-        -  ¿Tu aceptas que haya personas que sintamos así?
-         - Nadie debe nunca juzgar a nadie. ¿No recuerdas las palabras de Jesús “el que esté libre de culpa que tire la primera piedra? Pues eso, yo no voy a juzgarte.
-       -  Pero no apruebas mi conducta, eres como todos, que rechazan y se burlan de los que sentimos así.
-      -   No –sentenció tajante Eloy-. Yo no soy así, pero tengo un defecto ¿sabes? Cuando me preguntan respondo.
-         - ¿Y...?
-         El que tú sientas así es algo que estará en tu propia naturaleza y el que tendría que dar explicaciones al respecto sería Dios, no ninguno de nosotros. Pero en cambio sí hay algo que no me agrada en todo esto ¿sabes qué? El que no seas capaz de mantener una relación estable. Sea con un chico o con una chica, no hay nada más bonito y reconfortante que mantenerse unidos para toda la vida y eso es algo que supongo también se puede hacer entre personas del mismo sexo, aunque por lo que sé, parece que entre las personas que sienten así esto es más difícil. Pero por mi parte, esto no cambia nada en el sentimiento de amistad que siento hacia ti.
Marianne se quedó pensativa, no sabía muy bien qué responder.
-         ¿No has sentido nada hacia mi? ¿Cuándo pensabas que yo era una chica “normal” no sentías el deseo de acostarte conmigo?
-         Sentí afecto, te vi siempre como una amiga. Y yo no voy acostándome por ahí con la primera que veo, eso lo dejo para la que vaya a ser mi mujer para toda la vida y la madre de mis hijos.
Ahora ya sí que estaba totalmente desconcertada Marianne. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar. Aquello había roto todos sus esquemas porque nunca, ni por lo más remoto, se había encontrado a un chico así.
-         A mí sí que me gustaría encontrar una chica, enamorarme de ella y vivir con ella... pero luego nunca dura más de unos meses... ¿de quién es la culpa? –le expuso Marianne.
-         En todo eso siempre hay un culpable y siempre es el mismo.
-         ¿Quién?
-         El egoísmo. Cuando todo lo que haces y piensas, pasa siempre por ti, uno es incapaz de aceptar los errores, los fallos, las imperfecciones de los demás. Cuando nos tomamos a nosotros mismos como modelo único y vemos que los demás no son ni hacen ni dicen ni sienten como nosotros, los alejamos de nosotros. Hasta un dolor, como el que sentías hace un momento, puede ser menor cuando en vez de pensar en ti concentras toda tu atención en los demás. Cuando pones tu vida al servicio de los demás, cuando tu prioridad son siempre ellos, te puedo asegurar que se es más feliz.
Marianne se quedó en silencio pero sintió dentro de ella una sensación de paz y tranquilidad que nunca había sentido. Una sonrisa asomó a su rostro y le dijo:
-         Eres raro. ¿De dónde has salido?
-    Ja, ja, -rió Eloy-. Eso dicen por ahí, que soy “especial”, y me gusta ser especial sobre todo cuando veo que alguien tan bonita como tú sonríe.

De la novela "La fuga" de Vicente Fisac

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