Circulando por aquellas carreteras,
comprendieron la utilidad de los todoterrenos y de la tracción en las cuatro
ruedas. Todas las carreteras son de doble sentido y sin arcén. Además suelen
tener gravilla en los laterales, por lo que no se puede ir demasiado deprisa so
riesgo de salirse de la calzada. En los puntos ciegos y en los puentes, donde
la carretera es de un solo sentido, hay señales indicadoras para que se toque
el claxon por si acaso viniese otro coche en sentido contrario. Los límites de
velocidad indicados, es mejor cumplirlos, no por las multas sino por la propia
seguridad de cada uno. De cualquier forma, los atascos no existen y tan sólo de
vez en cuando se cruzan dos coches, así que –tomándose las cosas con
tranquilidad, tal como allí se hace- la conducción nunca resulta estresante.
Es tan grande la fuerza de la naturaleza, y
te sientes tan vulnerable ante la misma, que la humildad te lleva a comprender
que no somos sino una minúscula y débil parte del planeta. Por otra parte, al
viajar por el país, cada rincón depara una nueva sorpresa. Sólo hace falta
caminar por esta tierra para encontrar a cada paso un paisaje diferente y mil
motivos para fotografiar.
De la novela "La luz horizontal", de Vicente Fisac.
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