Le
expliqué que yo sólo me quedaría un par de días más y luego me marcharía aunque
vendría alguna otra vez. En cambio “John” se quedaría dos meses allí para
recuperarse de su “fatiga y estrés” (cada vez que decía eso, Eloy me miraba
como diciendo “pero qué cuentista eres”). Sonja nos invitó a pasar, pero antes
le dije que tenía un regalo para ella, así que me dirigí de nuevo al coche y lo
abrí para recoger el paquete que le había preparado. El niño que vimos a la
entrada había salido de nuevo y estaba pegado a las faldas de su madre
mirándonos con curiosidad. “Es mi hijo Sven –nos lo presentó-, la pequeña,
Kirsti, está jugando dentro de casa”. Los ojos de Sven se abrieron como platos
cuando vieron el paquete que le entregaba a su madre y que estaba envuelto con
un precioso papel de regalo. Yo no me di cuenta, pero Eloy estuvo al quite:
-
Eso es para
tu mamá –le dijo a Sven- pero para ti hemos traído otra cosa.
Entonces Eloy
regresó al coche, se inclinó sobre el asiento de atrás y después de unos
instantes buscando algo allí, volvió con un pequeño peluche con la forma de un
delfín y un enganche de llavero. ¡Era su propio llavero al que había quitado
sus llaves en ese momento para dárselo como regalo a Sven! Me di cuenta de mi
torpeza, tenía que haberle llevado algún regalito a Sven y sin embargo sólo
había pensado en su madre no en él. En cambio Eloy siempre pensaba en los demás
y se dio cuenta al instante de la decepción de Sven al comprobar que el
precioso paquete que yo entregaba a su madre era sólo para ella y en cambio
para él no había nada, por eso fue al coche y le quitó las llaves a su llavero
para dárselo como regalo al pequeño. Éste, tan pronto como lo recibió soltó un
“takk” (gracias) y se lo mostró orgulloso a su madre. Sonja se dio cuenta de la
maniobra y cruzó una mirada de complicidad y agradecimiento con Eloy.
De la novela "La fuga" de Vicente Fisac
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