Comprendí que la belleza de la poesía estaba
en la traslación sencilla de los sentimientos, que no eran necesarias la
métrica y la rima, pero sí el ritmo y el corazón. De esta forma, aunque
continuaba escribiendo algunos poemas con métrica y rima, al estilo clásico,
comencé a adentrarme en la poesía moderna y más aún cuando él me enseñó sus
propios poemas y cuando me hizo descubrir a grandes poetas como Pedro Salinas o
Pablo Neruda... De igual forma me animó para que me atreviese con todo tipo de
composiciones puesto que no se puede lograr mejorar en nada si no es con
esfuerzo.
Como ejemplos de algunos de los ejercicios
que me ponía para que yo se los entregase en la siguiente clase, recuerdo que
iniciaba un diálogo entre dos personas sobre cualquier tema y lo cortaba de
improviso; yo debía continuar ese diálogo de la forma que mejor me pareciese.
Otras veces escribía una serie de palabras y después yo debía escribir
cualquier tipo de narración con la única condición de que estuviesen contenidas
en la misma todas esas palabras. Más común era cuando comenzaba un relato que
yo debía continuar o cuando me encargaba que utilizase un montón de sinónimos o
antónimos en cualquier composición escrita.
Del libro "La primavera y los cerezos", de Vicente Fisac.
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