domingo, 18 de febrero de 2024

Catamarán (y 2)

La central del laboratorio AstraZéneca organizó durante cinco años una serie de congresos médicos internacionales en Barcelona (cinco o seis cada año, dirigido cada uno a un tipo de especialistas). Se trataba de una iniciativa conocida como European Institute of Healthcare (EiH), con congresos que mostraban los últimos avances médicos en cardiología, oncología, psiquiatría, medicina interna... Como responsable de Comunicación en España fui el encargado de divulgar estos eventos y acudir con periodistas para que cubrieran estos congresos, y lo mismo hicieron mis colegas de los demás países europeos. El encargado de la organización era un directivo belga, Vincent Lachapelle, y quedó tan satisfecho de nuestra colaboración al finalizar los congresos del primer año que decidió invitarnos a todos los responsables de Comunicación europeos a una experiencia inolvidable: un viaje en Catamarán por las costas de Barcelona.
 
El día acordado nos dimos cita en el Hotel Arts (uno de los más lujosos de Barcelona), junto al puerto olímpico. Desde allí nos trasladamos al puerto olímpico y subimos a un enorme Catamarán, capaz de albergar cómodamente a unos 20 invitados aparte de la tripulación y de... los camareros necesarios para lo que vendría después. En algunas de aquellas experiencias en Catamarán me acompañaron también mi segunda de a bordo en el departamento de Comunicación, Luchy Casal, y el presidente de AstraZéneca en España, Carlos Trias, que ejercía en esas ocasiones no de “presidente” al uso, sino de un compañero más.
 
Tenían razón quienes decían que en un Catamarán (y sobre todo en uno de tan grandes dimensiones) no te mareas, y yo -que soy bastante propenso al mareo en barco- pude constatar que aquí el navegar era un auténtico placer. Salimos del puerto y nada más hacerlo comenzó la fiesta: una legión de camareros debidamente ataviados, con sus guantes blancos y todo, comenzaron a ofrecernos cuantas bebidas quisimos, así como los más exquisitos aperitivos, mientras yo charlaba en inglés con mis colegas de otros países europeos. Más adelante, ya en mar abierto, nos tumbamos a tomar el sol, unos sobre las redes desde donde se veía pasar el mar por debajo, otros en cómodos bancos acolchados distribuidos por toda la embarcación, la cual surcaba grácil los mares.
 
En un velero de competición la tripulación va constantemente corriendo de un lado a otro, izando y arriando velos, escorando el barco para ajustarse a las boyas... un trabajo agotador. Nosotros también teníamos un trabajo agotador y nos faltaban manos para sujetar la copa de champán, el pinchito con un langostino ya pelado y todo, el platito con canapés de caviar, las tostadas de salmón, los dedos que debíamos dejar libres de vez en cuando para coger unas almendritas fritas...
 
En un punto determinado, el Catamarán se paró, nos pusimos los trajes de baño y nos dimos un refrescante baño en el mar. Por si hubiera sido poco el esfuerzo anterior, dando buena cuenta de tantos aperitivos, ahora tocaba practicar también la Natación y en mar abierto. Y como es lógico, después de aquello otra vez estábamos hambrientos y para resolverlo allí estaban los camareros y camareras ofreciéndonos marisco exquisito y variado, pescados y carnes artísticamente elaboradas... y cuantas exquisiteces de alta cocina pueda uno imaginarse. Había barra libre (para beber y comer) y estómagos agradecidos dispuestos a hacer todo el ejercicio que fuera necesario para derrotar a la completísima despensa que nos habían puesto como rival.
 
Al final del día regresamos al puerto y cada uno a su casa, después de un intenso día de esfuerzo deportivo devorando aquellas viandas de alto standing en un ambiente más propio de una película de James Bond que de la vida real. Ya sé que quizás está muy traído por los pelos el considerar como deporte esta experiencia en Catamarán, pero debo decir que deporte es navegar y deporte también –aunque no esté federado- es ejercitar con tal intensidad las mandíbulas.
 
PD.- Y por si fuera poco esto se repitió en las mismas condiciones cuatro años más.
 

Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo

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