La central del laboratorio AstraZéneca organizó durante
cinco años una serie de congresos médicos internacionales en Barcelona (cinco o
seis cada año, dirigido cada uno a un tipo de especialistas). Se trataba de una
iniciativa conocida como European Institute of Healthcare (EiH), con congresos
que mostraban los últimos avances médicos en cardiología, oncología,
psiquiatría, medicina interna... Como responsable de Comunicación en España fui
el encargado de divulgar estos eventos y acudir con periodistas para que
cubrieran estos congresos, y lo mismo hicieron mis colegas de los demás países
europeos. El encargado de la organización era un directivo belga, Vincent
Lachapelle, y quedó tan satisfecho de nuestra colaboración al finalizar los
congresos del primer año que decidió invitarnos a todos los responsables de
Comunicación europeos a una experiencia inolvidable: un viaje en Catamarán por
las costas de Barcelona.
El día acordado nos dimos cita en el Hotel Arts (uno de
los más lujosos de Barcelona), junto al puerto olímpico. Desde allí nos
trasladamos al puerto olímpico y subimos a un enorme Catamarán, capaz de
albergar cómodamente a unos 20 invitados aparte de la tripulación y de... los
camareros necesarios para lo que vendría después. En algunas de aquellas
experiencias en Catamarán me acompañaron también mi segunda de a bordo en el
departamento de Comunicación, Luchy Casal, y el presidente de AstraZéneca en
España, Carlos Trias, que ejercía en esas ocasiones no de “presidente” al uso,
sino de un compañero más.
Tenían razón quienes decían que en un Catamarán (y sobre
todo en uno de tan grandes dimensiones) no te mareas, y yo -que soy bastante
propenso al mareo en barco- pude constatar que aquí el navegar era un auténtico
placer. Salimos del puerto y nada más hacerlo comenzó la fiesta: una legión de
camareros debidamente ataviados, con sus guantes blancos y todo, comenzaron a
ofrecernos cuantas bebidas quisimos, así como los más exquisitos aperitivos,
mientras yo charlaba en inglés con mis colegas de otros países europeos. Más
adelante, ya en mar abierto, nos tumbamos a tomar el sol, unos sobre las redes
desde donde se veía pasar el mar por debajo, otros en cómodos bancos acolchados
distribuidos por toda la embarcación, la cual surcaba grácil los mares.
En un velero de competición la tripulación va
constantemente corriendo de un lado a otro, izando y arriando velos, escorando
el barco para ajustarse a las boyas... un trabajo agotador. Nosotros también
teníamos un trabajo agotador y nos faltaban manos para sujetar la copa de
champán, el pinchito con un langostino ya pelado y todo, el platito con canapés
de caviar, las tostadas de salmón, los dedos que debíamos dejar libres de vez
en cuando para coger unas almendritas fritas...
En un punto determinado, el Catamarán se paró, nos
pusimos los trajes de baño y nos dimos un refrescante baño en el mar. Por si
hubiera sido poco el esfuerzo anterior, dando buena cuenta de tantos
aperitivos, ahora tocaba practicar también la Natación y en mar abierto. Y como
es lógico, después de aquello otra vez estábamos hambrientos y para resolverlo
allí estaban los camareros y camareras ofreciéndonos marisco exquisito y
variado, pescados y carnes artísticamente elaboradas... y cuantas exquisiteces
de alta cocina pueda uno imaginarse. Había barra libre (para beber y comer) y
estómagos agradecidos dispuestos a hacer todo el ejercicio que fuera necesario
para derrotar a la completísima despensa que nos habían puesto como rival.
Al final del día regresamos al puerto y cada uno a su
casa, después de un intenso día de esfuerzo deportivo devorando aquellas
viandas de alto standing en un ambiente más propio de una película de James
Bond que de la vida real. Ya sé que quizás está muy traído por los pelos el
considerar como deporte esta experiencia en Catamarán, pero debo decir que
deporte es navegar y deporte también –aunque no esté federado- es ejercitar con
tal intensidad las mandíbulas.
PD.- Y por si fuera poco esto se repitió en las mismas condiciones cuatro
años más.
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
Una novela en donde el humor alcanza el estado de gracia…
“El dulce gorjeo del buitre en celo”: https://www.bubok.es/libros/210805/El-dulce-gorjeo-del-buitre-en-celo
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