jueves, 8 de febrero de 2024

Billar

Para el que no lo sepa le aclararé que el Billar está considerado oficialmente como deporte, concretamente como “Deporte de precisión” e incluso estuvo a punto de ser incluido en los Juegos Olímpicos de 2004 aunque al final no salió esa carambola. Siempre había creído que sólo existían dos tipos de Billar, el que llamábamos francés (que siempre había sido el más popular en España), consistente en hacer carambolas con tres bolas, y el que llamábamos americano (que ahora es el más popular en España), que se juega en una mesa llena de agujeros en los lados y que nunca he sabido en qué cosiste, sólo que se van impulsando las bolas para meterlas en los agujeros aunque ya digo que no sé ni por qué agujeros, ni de qué forma, ni por qué motivo; es más, alguna vez he jugado a ese Billar americano y yo mismo me he inventado las reglas. Ahora, sin embargo, he aprendido que existen hasta 8 clases distintas de Billar: francés, inglés, americano, español, italiano, belga, hindú y otro que se llama bumper pool, y resulta que de cada uno existen diversas modalidades. No me preguntéis en qué consiste cada uno de ellos porque ni lo sé ni podría explicarse en pocas palabras. El Billar constituye un mundo completamente desconocido para la mayoría de los seres humanos, que hasta hoy pensábamos que sólo existían los dos que he citado antes en primer lugar.
 
Esto viene de lejos. En los primeros años de juventud los chicos nos sentíamos atraídos irremediablemente hacia unos locales que se llamaban, precisamente, “billares”, en los cuales no sólo se podía jugar al Billar sino que también se jugaba al futbolín, a las máquinas de bolas, al Ping Pong, a juegos de tiro, etc. Pero si el Billar era quien daba nombre a tales establecimientos, estaba claro que esa era la principal atracción y requería unos ciertos conocimientos previos. Para adquirirlos tuve un buen maestro, mi primo Pepe Fisac, que era unos años mayor que yo y me introdujo en los secretos de este deporte. Con él aprendí cómo coger el taco (así se llama el palo que se usa para golpear con uno de sus extremos la bola), las diferentes formas de golpear la bola para hacer carambolas (que choquen las tres bolas entre sí), las posturas que pueden adoptarse (ya que muchas veces las bolas quedan colocadas tan difíciles que hay que hacer “posturitas” para poder golpearlas con acierto. Y de él y de todos quienes practicaban este deporte aprendí a “darme pisto”, o sea, a hacerme el importante.
 
Si os fijáis en la gente que juega al Billar, veréis que aunque sean muy malos, aunque jueguen fatal, siempre llega un momento en que se ponen muy serios y muy dignos, cogen con displicencia el taco de tiza, y se ponen –con cara de entendidos- a frotarlo para empolvar la punta del taco. Con tanta parafernalia se creen que así mejorará su tiro, pero el hecho de tener perfectamente empolvada de polvo de tiza la punta del taco sirve a los expertos, porque para uno que no tiene ni idea da exactamente igual.
 
El Billar no ha sido uno de mis deportes favoritos ni lo he practicado mucho, sólo en contadas ocasiones; sin embargo, como no podía ser de otra manera, yo tampoco he podido vencer a la tentación y –siendo un jugador malillo- he adoptado poses de gran experto, con todo tipo de posturitas, de momentos de reflexión antes de dar cada golpe (en realidad yo he estaba pensando: “¿Y qué coño hago yo ahora?”), de uso frecuente del taco de tiza para parecer un entendido, etc. En fin, me he calificado como “malillo” pero a mi favor diré que nunca he roto el tapete, lo cual ya es un logro que otros principiantes no pueden decir.
 

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