Todos nosotros hemos vivido casualidades tan características como ésta: estás pensando en alguien y, en ese momento, ese alguien te llama por teléfono. No habíais quedado, no existía una razón para que la llamada se produjese en ese mismo momento... y sin embargo la llamada se realiza. A veces, las cosas llegan un poco más lejos. Hoy mismo estaba hablando con un compañero del trabajo al que había facilitado la posibilidad de que le incluyesen un anuncio gratuito en un periódico para tratar de alquilar un piso. En dicho periódico me habían hecho ese favor diciéndome que lo publicarían todos los días que fuese necesario, hasta que se alquilase dicho piso. Pues bien, este compañero había venido a darme las gracias y a decirme que ya no era necesario que siguiesen publicando dicho anuncio porque había conseguido alquilar el piso. Hasta aquí, todo normal. Pero, ¿qué sucedió en el preciso instante en que ese compañero salía de mi despacho?
Pues bien, según iba saliendo de mi despacho, cogí el teléfono para llamar a la periodista que me había hecho el favor de publicarlo, a fin de darle una vez más las gracias y decirle que podía dejar de publicar dicho anuncio. Cuando se puso me dijo: “parece que me has leído el pensamiento; ahora mismo pensaba llamarte”. “Bueno, no tiene nada de extraño”, pensé yo, “después de todo hay muchos motivos por los que puede llamarme: para pedirme alguna información relativa a los cambios que se están produciendo en la compañía, para hacerme alguna oferta de publicidad para su periódico...”. Sin embargo, ella se adelantó y disparó “¿quería preguntarte cómo iba lo del anuncio del alquiler del piso? ¿Tenemos que seguir publicándolo más veces?”. Curiosa pregunta; cuando además no llevaba tantos días saliendo el anuncio.
¿Cómo se puede interpretar esto? ¿Telepatía? ¿Casualidad? Hay, en términos generales dos tipos de explicación para estos fenómenos tan comunes y que todos conocemos perfectamente.
Una de las explicaciones apunta a la existencia, precisamente de la transmisión del pensamiento, causante de poner en marcha estas acciones. La otra, simplemente apunta al cumplimiento estricto de la ley de probabilidades: Cada uno de nosotros piensa en muchas personas al cabo del día. En una semana han podido pasar por nuestra imaginación, no se, ¿500? ¿1000 personas? ¿Más? En cualquier caso, si de todas esas personas en las que hemos estado pensando, hay una o dos cuya llamada ha coincidido con nuestro pensamiento hacia ellas, no se trata ni de telepatía, ni de coincidencia, ni de ninguna otra zarandaja; es simplemente lo normal. Es como tirar el dado muchas veces, al final acabará saliendo cada número en una proporción muy parecida. O meter la mano en una bolsa con bolas de distintos colores; cada vez vamos cogiendo una y -antes de sacar- tratamos de adivinar su color. ¿Magos o adivinos? ¡No! simplemente, es la ley de probabilidades, ¡Alguna vez tendremos que acertar!
Sin embargo hay otra clase de “coincidencias” que van mucho más allá y es de ellas de las que os quiero hablar. Poco a poco, a través de los años, he podido ir viendo un poco más lejos. Hay a nuestro alrededor muchas cosas que no somos capaces de ver. Sin embargo, con la determinación de verlas y un adecuado entrenamiento, va apareciendo ante nuestros ojos un mundo muy diferente al que conocíamos. Otra cosa es que alcancemos o no a entenderlo. ¡Qué más quisiéramos! Pero es evidente que está ahí. A veces comparo esta diferencia de visión con la que cualquiera de nosotros tiene un día de niebla y otro de claridad absoluta. Incluso en lo alto de una montaña, un día nuestra vista alcanza hasta el horizonte y nos permite descubrir los pequeños pueblos, riachuelos del valle, etc., mientras que otro día, desde ese mismo lugar, apenas si somos capaces de ver más allá de unos pocos metros.
En la vida que llevamos sucede lo mismo. Si prestamos atención a esos pequeños detalles, nuestra visión interior irá mejorando y seremos capaces de descubrir un montón de cosas que siempre habían estado allí y nunca fuimos capaces de verlas. Es cuestión de determinación y... entrenamiento.
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