Por alguna razón que desconocemos somos conducidos por la
vida. Se me antoja como una carretera de un solo carril pero lo suficientemente
ancha como para que tú puedas ir dando bandazos. Esa carretera tiene un muro
alto a cada lado, de tal forma que nunca podemos salirnos de ella. Conducimos
nosotros solos por dicha carretera, repleta de curvas, baches, subidas y
bajadas, zonas más anchas y otras más estrechas... Nosotros conducimos nuestro
coche (nuestra vida) pero nuestros maestros espirituales no dejan que salgamos
del camino trazado. No obstante nosotros, dentro de nuestro libre albedrío,
podemos darnos golpetazos contra los muros, podemos derrapar, hacer trompos,
pararnos, avanzar en zig-zag... o por el contrario, avanzar a la velocidad
adecuada a cada tramo de la pista (de nuestra vida). Bueno, en realidad no se
suele llegar a ninguno de estos dos extremos sino que la mayoría de nosotros,
unas veces conducimos bien y otras hacemos el burro; lo verdaderamente
importante es ser conscientes de la situación... y la situación es lo que acabo
de contaros, en mi humilde saber y entender.
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