Unos los llaman ángeles de la guarda, otros los llaman
maestros... cualquiera que sea el nombre que se les de, es innegable su
presencia a nuestro lado para protegernos y guiarnos, aunque sólo cuando somos
capaces –por la oración o la meditación- de establecer contacto con ellos nos
damos cuenta.
En realidad –y podría hacer un repaso individual cada uno de
nosotros- hay muchos incidentes en nuestra vida que han estado y siguen estando
bajo la protección de estos acompañantes.
Si somos capaces de comprender esto y de sentir su
presencia, habremos dado un importante paso adelante y veremos cómo la enfermedad
y la desgracia nos golpean con menos intensidad y frecuencia, cómo nuestras
preocupaciones se vuelven más ligeras... porque ese alguien –llámale como
quieras- te está ayudando.
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