Cuando al meditar alcanzamos el grado óptimo de entonación,
se percibe una sensación interna imposible de explicar con palabras; algo así
como el avivamiento de una emoción interior. Esto es así porque es nuestro ser
interno quien lo experimenta, y cuando se quiere contar esa experiencia a
nuestro ser externo o yo objetivo, no se encuentran las palabras adecuadas.
Sucede como en muchos bellos poemas, que al ser traducidos pierden el encanto,
la entonación, que tenían en su idioma original.
Ya lo decía el Nuevo Testamento cuando Jesús se transfiguró
y entonces sus apóstoles “oyeron palabras inefables”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario