Con frecuencia nos asaltan impulsos para hacer o decir algo
que no teníamos previsto. Parecería a simple vista que tal “inspiración” hay
que seguirla a pies juntillas y ponerla en práctica de inmediato. Sin embargo
esos “mensajes” no son órdenes, ni siquiera sugerencias; son herramientas para
que razonemos por nosotros mismos o, como me decían: “No son para obrar de
acuerdo con los mismos, sino solamente para instruir a nuestra mente sobre los
dos aspectos de un asunto, y que así podamos verlo en su verdadera dimensión”.
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