Cuando el escritor –más aún el poeta- se entona con su Musa
y deja fluir libremente la inspiración a través de sus venas, se produce ese
fenómeno llamado “escritura automática”. En esas circunstancias no es el poeta
quien realmente escribe, él es sólo la herramienta para que ese maestro interno
que siempre nos acompaña dicte su mensaje o su poema.
Leía, en torno a esto, algunas frases realmente evocadoras
como esta: “Es raro que algo dictado en semejantes ocasiones necesite ser
cambiado o modificado”. A continuación añadían que en esos escritos “hay una
continuidad de idea, que es inconfundiblemente beneficiosa y de gran utilidad
para el lector”.
Dicho esto, debo confesar que yo mismo, en numerosas
ocasiones (tanto en escritos personales como profesionales) he hecho escritura
automática; pero sin duda, donde se ha hecho más evidente (y así lo cuento en
la obra) es en mi libro de prosa y poesía
“Las cosas de Alma”
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