Sólo hay un camino: el conduce adelante.
Decía el escritor suizo Amiel: “Aquél que permanece en
silencio es olvidado; aquél que se abstiene, no se le toma en consideración;
aquél que se detiene, es aplastado, distanciado y oprimido; aquél que cesa de
crecer, se hace más pequeño; el que deja de continuar, abandona; la condición
estacionaria, es el principio del fin”.
Siempre avanzar, como hace años dejé plasmado en este poema:
Avanzar
muy deprisa,
sin volver la vista
atrás.
El camino nace
en los cimientos
y se alimenta del futuro
que consume a cada instante.
Avanzar
con una meta,
avanzar
solo y siempre
para alguien, para ti.
Quiero lanzarme a tu cuerpo:
Quiero atraparte,
y cuando estés encerrada,
cuando nada ni nadie nos vigile,
crear en tu cuerpo
la existencia de mi nada.
Avanzar muy deprisa,
impulsando nuestro cuerpo
a la pátina sagrada
donde crear pensamientos.
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