Hay
una parte del sueño profundo que no solemos recordar al despertar. Lo que sí
recordamos es la parte final, y esa parte suele estar distorsionada ya que
tendemos en ella a traducirla a términos físicos, lo más parecido a nuestro
entorno físico actual. Sin embargo, en los niveles muy profundos de la
experiencia del sueño, entramos en comunicación con otras partes de nuestra
propia identidad y con otras realidades en donde también estamos presentes
aunque despiertos no seamos conscientes de ello.
Y
¿qué pasa en esa etapa de sueño profundo? Poco se sabe de ella, y eso que el
sueño está siendo investigado científicamente, pero de esa parte lo poco que
conocemos es por los místicos, no por los científicos.
Según
parece, en ese estado nos dedicamos a trabajos y actividades que pueden estar
conectados o no con nuestros intereses, tal como ahora los reconocemos. En ese
estado aprendemos, estudiamos, jugamos, hacemos de todo… menos dormir (tal como
entendemos el concepto de “dormir”). Contrariamente a lo que pudiera parecer,
es en esa fase muy profunda del sueño cuando estamos más activos (a nivel
espiritual), realizando el trabajo de fondo que es nuestra verdadera misión, aunque
despiertos somos incapaces de recordarlo ni reconocerlo.
En
esa fase muy profunda del sueño no estamos inconscientes, sino todo lo
contrario, aunque por desgracia no somos capaces de recordarlo. Pero el hecho
de intentar recordar los sueños nos puede ir abriendo la visión a eso otro
mundo maravilloso que se esconde en nuestro interior y no conoce fronteras.
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