Todo
lo que vemos, tocamos y sentimos –nosotros mismos también- forma parte de una
enorme red psíquica en la que están entrelazadas e interactuando entre sí las
conciencias de cada uno de ellos. Los átomos y las moléculas que forman parte
de cualquier tipo de materia tienen también su parte de conciencia, aunque sea
diminuta, porque cada uno de ellos conoce cuál es su función y así la ejecutan.
Nuestro
propio cuerpo es un buen ejemplo de esa red. Todos nuestros átomos y nuestras
células saben lo que tienen que hacer y así actúan sin que nosotros, de forma
voluntaria, les digamos lo que tienen que hacer. Las células de nuestro hígado –por
ejemplo- están vivas y activas, cumpliendo su misión que –en ese caso- es hacer
hacen que funcione bien este órgano.
No
somos seres aislados, sino que formamos parte de un todo. Al igual que nuestras
células forman parte de nuestro cuerpo y cada una se mueve y actúa cumpliendo
una función concreta, así nosotros también formamos parte de una red infinita
de la que formamos parte y con la que estamos permanentemente interactuando
aunque no seamos conscientes de ello.
Hay otra realidad que no vemos… y está aquí al lado.
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