Todos
hemos leído u oído acerca de esas experiencias llamadas de “viaje astral”, esas
en que tras un profundo periodo de meditación, el alma se separa del cuerpo, se
eleva, y viaja a otra realidad. Bueno, pues hay que aclarar un pequeño matiz y
es ese concepto de “viajar”.
Entendemos
el verbo viajar como el desplazamiento físico de un lugar a otro, y así lo
aplicamos cuando hablamos de viaje astral. Sin embargo, en esas experiencias,
el alma no sale del cuerpo ni se marcha de viaje a ningún otro lado; lo que
hace es expandirse, abrirse a otras realidades, pero no es ningún viaje en el
sentido que aplicamos normalmente a esta palabra.
Trataré
de poner un ejemplo, aunque no sé si será muy bueno, pero lo intentaré.
Supongamos que tengo un recipiente con agua y echo en el centro unas gotas de
tinta. Pronto veremos cómo esa tinta se va expandiendo por toda el agua. La
tinta no ha viajado, no se ha movido de un sitio a otro; lo que ha hecho es
expandirse y alcanzar la totalidad del agua que había disponible.
Eso
es lo que hace el alma en los viajes astrales, se expande y va conociendo otras
realidades.
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