Normalmente el ego actúa como una presa, para mantener alejadas de nosotros otras percepciones. Pero no lo hace porque esté en su naturaleza, ni porque esa sea su función; lo hace porque nosotros mismos hemos sido educados y así lo transmitimos a las demás generaciones, para utilizarlo como una especie de anteojeras protectoras, falsamente protectoras. El resultado es que esas anteojeras nos aíslan de otras realidades y circunscriben nuestro mundo a una pequeña escala que ignora todo lo que está a nuestro alrededor en otras percepciones a las que dichas anteojeras no nos dejan acceder.
Hay escritores que escriben sobre su infancia y juventud, pero muy pocos que hayan conservado y publicado lo que escribieron entonces…
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