miércoles, 31 de marzo de 2021

El códice y robobo (6)

Capítulo 1.- Ultimando detalles
 
Coro Elizalde, una joven rubia, delgada, de buen ver, se hallaba trabajando en las dependencias del museo catedralicio de Santiago de Compostela. Como empleada de una empresa de sistemas de seguridad, comprobó una vez más, antes de abandonar el recinto, que la cámara 3 estaba enfocando a un ángulo muerto y que la 4 y la 5 se dirigían pasillo y al despacho del director, respectivamente. La 1 y la 2 no le preocupaban. Esas estaban controladas, o al menos eso esperaba.
 
- ¿Terminas ya, rapaza?- le preguntó uno de los empleados de seguridad del museo catedralicio.
- Ya casi está, paciencia- le respondió.
 
Se dirigió al ordenador que controlaba el sistema y, cuando estaba segura que nadie la observaba, sacó un pendrive y lo pinchó en uno de los puertos USB. Pese a que había repasado el plan mentalmente más de una docena de veces, en ese momento se quedó bloqueada. No se acordaba en qué carpeta tenía que instalar el ejecutable para que no pudiera ser detectado por el antivirus ni pudiera localizarse en el sistema. Le había dado la paliza a Unai durante semanas para que le explicara, paso por paso, cómo tenía que proceder. Unai era un crack y tenía una paciencia infinita ante los limitados cono-cimientos de Coro sobre informática.
 
Afortunadamente para ella, y pese a que le sudaban las palmas de las manos y sentía un calor cada vez más agobiante, su memoria no falló y fue derecha a la carpeta corres-pondiente, en la raíz del ordenador donde tenía que instalar el programa. La operación apenas llevó unos minutos. A continuación se aseguró, tal y como le había explicado Unai, de borrar todos los pasos que pudieran delatar una presencia no deseada en el sistema y recogió el pendrive, justo en el momento en el que, de nuevo, el hombre de la puerta la volvió a llamar
 
- ¡Chica! ¿Qué carallu haces? Mira que me tengo que ir a casa ya, que si no se pondrá la mujer hecha una furia, si tiene que esperarme para la cena...”
- Ya he terminado- se apresuró a replicar mientras recogía todas sus cosas-, perdone Ud.
- No, si a mi me da lo mismo, pero es que, desde lo del robo, la seguridad se ha reforzado al máximo, así que debo dejar esta sala cerrada con llave y tengo que entregarla en el mostrador de recepción cuando salga, aunque sea para tomar un café en el bar de la esquina...
- Ya me lo figuro, por eso estoy yo aquí. Después lo que ocurrido, en mi empresa tienen órdenes de que, ante cualquier eventualidad con las cámaras de vigilancia, se tomen las medidas necesarias para asegurarnos de que todo está correcto. Y ahora lo está
 
Mientras que el ordenanza le comentaba detalles de su jornada laboral y de lo pesados que se ponían con el tema de las llaves el director y el secretario, ella fue recorriendo con la mirada las distintas estancias por las que pasaban, las puertas que cerraba con llave y los sistemas de seguridad adicionales que habían instalado por todo el perímetro.
 
Llegando a la Plaza del Obradoiro, el frío húmedo de la noche de Santiago se le pegó con fuerza en la cara, devolvién-dola a la realidad. El primer paso ya estaba dado. No había marcha atrás.
 
Llevaba tanto tiempo planeándolo que, una vez realizado, le costaba trabajo creer que finalmente lo había llevado a cabo. Desde los 10 años había imaginado todo tipo de argucias y métodos para robar el códice Calixtino. No eran fantasías de una niña. Era una idea recurrente que con el tiempo, había llegado a ser algo casi obsesivo. Desde los planes más rocambolescos que le pueden pasar por la cabeza a una adolescente, a actuaciones verdaderamente elaboradas, basadas en numerosas horas de estudio del entorno y del libro.
 
Cuando meses atrás la noticia del robo del códice Calixtino salió en todos los informativos, Coro se quedó perpleja, y aún más el día que se descubrió la identidad del ladrón y las motivaciones tan burdas que le llevaron a cometer el hurto. Pero ahora estaba ubicado en un nuevo recinto, un lugar al que ella –gracias a su trabajo en una empresa de seguridad- tenía acceso y estaba decidida a perpetrar su venganza. Hoy lo había visto tan cerca como nunca antes. Era hermoso, regio, imponente. Sin embargo, lejos de inspirarle respeto alguno, sólo sentía un rencor inmenso al observarlo.
 
Se metió en una de las tascas que salen de las bocacalles de la plaza para tomar algo caliente antes de irme a casa. Pidió un caldo y se sentó en una mesa cercana a la puerta. Miró el móvil y vio que tenía una llamada perdida de Unai. Cuando iba a llamarlo cayó en la cuenta de lo agotada que la había dejado la tensión del momento. De hecho, no era capaz de pensar en nada, tenía la cabeza embotada.
 
- Será mejor que le llame mañana, hoy no me encuentro con fuerzas para explicarle todo”- pensó mientras se dirigía al coche. Todavía le quedaba un buen rato para llegar a Larrasoaña y no quería entretenerse. Mientras se alejaba de la ciudad, empezó a visualizar mentalmente la segunda etapa de su arriesgado plan...

Continuará...

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