martes, 9 de marzo de 2021

Un cadáver exquisito (128)

Capítulo 125.- Justicia “salomelónica”
 
Diez menos cinco. Francisco Primoroso, el cocinero de la trattoria “Marquinetti” iba resoplando por la calle Peinado. “Lo primero es lo primero. El laboro. Maldita pizza récord. Con la importante reserva que tengo y yo aquí”, pensaba en voz alta.
- ¡Pero Paconetti! ¿Dónde vas tan agitao? -le dijo Ataúlfo mientras se ponía a su lado para seguirle en su trote cochinero.
- No llego, Tulfo… tengo una reserva de unos italianos muy importantes y con el lío este del Guinness, no sé si voy a quedar bien.
- ¡Quiá! Ya se quién me dices. Unos tíos mu raros que han estao hoy en la finca de la Fermi. Yo no sé que tié ese melonar que etá siempre tan visitao. Hasta a mí me ha entrao la curiosidá. Ta mañana mesmo me he acercao y como quié no quié la cosa… he cogido un par de melones. Mira qué güenos… Me lo llevaba a casa  asín como de escondías… pá dale un buen viaje pa cenar… pero me da cosa… quiá. Pa ladrón valgo poco, pa picar… güeno. Mira Paconetti… llévatelos tú… como les gusta tanto a los italianos que vienen hasta pa ver cómo crecen… se los pones asín de entrada… con un buen jamón. No de esos prochutos… ¡jamón - jamón epañol!
- Joder Tulfo… eres un puto chef. Pues claro que sí: ¡Melón con jamón! Se van a cagar del gusto.
Cagar sí. A raudales.
La comitiva mafiosa llegó tarde a cenar. Habían pasado por el hotel a arreglarse como buenos italianos que eran. Lo criminal no quita lo elegante.
Vieron al entrar a la trattoria, que había lío en el bar de enfrente. La Guardia Civil, los cotillas de siempre, y se oía una voz chillona entre la Castafiore y Camacho (el entrenador, no el ministro de Justicia), que decía algo de que le habían querido matar y no a polvos… o algo así.
- Il nome cosi strano per un bar? “El Palomo Cojo”. Strano.
Como la cosa no iba con ellos… mejor así, que estaban cerca las fuerzas del orden… entraron a su reservado VIP.
Gracias al pequeño retraso a Francesco le había dado tiempo de preparar ese entrante especial. A Don Peridone, le gustó tanto el plato, que se zampó en la cena medio melón él solito acompañado de un jamón de jabugo 5J espectacular.
Contar el proceso digestivo que sufrió el capo mafioso durante una semana y que al final le llevó a su muerte en Cosenza, rodeado de los suyos (eso sí, con una pinza en las narices porque era de más…), podría ser considerado de un gusto escatológico que no ha sido en nada habitual en esta narración. En pocas palabras: por el efecto del etirimol, sus tripas soltaban y agarraban ferozmente. Pero muy ferozmente.
Descanse en paz Don Peridone. Y tanta paz lleve como peste deja.
 
Mientras tanto en Madrid, Pedro se había despedido de Kurkowsky y tenía en sus manos dinero suficiente para no dar palo al agua el resto de su vida.  El  corazón  le latía acelerado y no daba crédito a la buena suerte que había tenido y que le iba a compensar el fracaso de su matrimonio. Era tanta la emoción que la imaginación se le disparó y comenzó a imaginar qué hubiera pasado si los acontecimientos se hubieran desarrollado de otra forma; si, por ejemplo… (y se puso a imaginar...)

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