martes, 5 de mayo de 2015

No digo palabrotas... por egoísmo

Lo que comúnmente se define como “palabrota” es algo habitual en el lenguaje coloquial que todos utilizamos. En realidad no creo que haya nada de malo en soltar de vez en cuando un taco, pero lo que me llama poderosamente la atención es el lenguaje de muchas personas (y por desgracia muchos jóvenes) que no es que digan palabrotas... es que eso es lo único que dicen; toda su conversación no es sino una retahíla interminable de palabras malsonantes.

En la novela "Castidad y rock and roll" https://amzn.to/3PyfLOH  introduje un personaje, Eloy, que tenía una opinión muy curiosa al respecto. Eloy era un joven de 23 años, era un cantante de éxito, y sin embrago decía esto en una entrevista que le hicieron para la televisión:

LUIS NAVAS.- ¡Caray! Tampoco se te ha oído nunca decir palabrotas, y eso es algo que choca en un chico joven como tú; en realidad la mayoría de los jóvenes no sabéis decir más de dos frases si no se incluyen en ellas varias palabras malsonantes. ¿No dices nunca ningún taco?
ELOY.- Alguna vez digo alguno, pero procuro no hacerlo, sobre todo por egoísmo.
LUIS.- ¿Por egoísmo?
ELOY.- Mira, te pondré un ejemplo: Hace poco hubo en el museo Thyssen una exposición de un pintor americano, no me acuerdo del nombre (Eloy se refería a la exposición que hubo en ese museo de la obra de Edward Hooper), y había un cuadro precioso de una chica joven, sentada en la cama, mirando hacia la ventana. A su lado había otro cuadro que reproducía exactamente la misma escena pero con una única diferencia, en vez de chica joven, la que estaba sentada en la cama mirando hacia la ventana era una vieja. Si tuvieras que elegir uno de esos dos cuadros para colgarlo en el salón de tu casa ¿cuál elegirías? Yo, desde luego, elegiría el de la chica joven que es mucho más guapa y agradable de contemplar. Pues eso mismo ocurre con las palabras: prefiero escuchar palabras agradables y por tanto las que yo pronuncio procuro que sean agradables. Y en nuestro idioma hay mucho donde elegir...

PD.- En la imagen, los cuadros de Edward Hooper a los que se refiere el protagonista de esta novela.

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