Y
Marianne empezó a explicarle cómo había sido su vida, vamos, más o menos lo que
ella había reflejado en aquél artículo de la revista VG. Pero Eloy ya tenía
casi la certeza de cuáles eran las preferencias de Marianne, por lo que no
denotó ninguna sorpresa cuando ella le explicó que “para mí el cielo es estar
con una chica”. Al ver que aquellas palabras no variaban la expresión de Eloy,
la que se extrañó fue ella, así que le preguntó:
- - ¿Tu aceptas
que haya personas que sintamos así?
- - Nadie debe
nunca juzgar a nadie. ¿No recuerdas las palabras de Jesús “el que esté libre de
culpa que tire la primera piedra? Pues eso, yo no voy a juzgarte.
- - Pero no
apruebas mi conducta, eres como todos, que rechazan y se burlan de los que
sentimos así.
- - No
–sentenció tajante Eloy-. Yo no soy así, pero tengo un defecto ¿sabes? Cuando
me preguntan respondo.
- - ¿Y...?
-
El que tú
sientas así es algo que estará en tu propia naturaleza y el que tendría que dar
explicaciones al respecto sería Dios, no ninguno de nosotros. Pero en cambio sí
hay algo que no me agrada en todo esto ¿sabes qué? El que no seas capaz de
mantener una relación estable. Sea con un chico o con una chica, no hay nada
más bonito y reconfortante que mantenerse unidos para toda la vida y eso es
algo que supongo también se puede hacer entre personas del mismo sexo, aunque
por lo que sé, parece que entre las personas que sienten así esto es más
difícil. Pero por mi parte, esto no cambia nada en el sentimiento de amistad
que siento hacia ti.
Marianne
se quedó pensativa, no sabía muy bien qué responder.
-
¿No has
sentido nada hacia mi? ¿Cuándo pensabas que yo era una chica “normal” no
sentías el deseo de acostarte conmigo?
-
Sentí
afecto, te vi siempre como una amiga. Y yo no voy acostándome por ahí con la
primera que veo, eso lo dejo para la que vaya a ser mi mujer para toda la vida
y la madre de mis hijos.
Ahora
ya sí que estaba totalmente desconcertada Marianne. No sabía qué pensar ni cómo
reaccionar. Aquello había roto todos sus esquemas porque nunca, ni por lo más
remoto, se había encontrado a un chico así.
-
A mí sí que
me gustaría encontrar una chica, enamorarme de ella y vivir con ella... pero
luego nunca dura más de unos meses... ¿de quién es la culpa? –le expuso
Marianne.
-
En todo eso
siempre hay un culpable y siempre es el mismo.
-
¿Quién?
-
El egoísmo.
Cuando todo lo que haces y piensas, pasa siempre por ti, uno es incapaz de
aceptar los errores, los fallos, las imperfecciones de los demás. Cuando nos
tomamos a nosotros mismos como modelo único y vemos que los demás no son ni
hacen ni dicen ni sienten como nosotros, los alejamos de nosotros. Hasta un
dolor, como el que sentías hace un momento, puede ser menor cuando en vez de
pensar en ti concentras toda tu atención en los demás. Cuando pones tu vida al
servicio de los demás, cuando tu prioridad son siempre ellos, te puedo asegurar
que se es más feliz.
Marianne
se quedó en silencio pero sintió dentro de ella una sensación de paz y
tranquilidad que nunca había sentido. Una sonrisa asomó a su rostro y le dijo:
-
Eres raro.
¿De dónde has salido?
- Ja, ja, -rió
Eloy-. Eso dicen por ahí, que soy “especial”, y me gusta ser especial sobre
todo cuando veo que alguien tan bonita como tú sonríe.