Decía –y ponía en práctica- el Director Ejecutivo de
AstraZéneca, Tom McKillop, que los empleados tenían que asumir riesgos y
equivocarse, porque esa era la única forma de aprender y la mejor manera de
encontrar soluciones innovadoras. En mis tiempos en la industria farmacéutica,
en el que era en aquellos momentos el tercer laboratorio farmacéutico más
importante del mundo y el más “transparente”, a nadie se sancionó por cometer
errores y se nos enseñó que es mejor arriesgarse en un proyecto aunque luego
este falle antes que “no hacer nada” y seguir “con lo de siempre”. En un mundo
competitivo y en una industria tan competitiva como la farmacéutica, la
innovación en todos los campos es imprescindible para la supervivencia aunque
no todos los laboratorios lo hayan entendido así.
En esta línea de pensamiento, traigo también aquí unas
palabras de Diego Pablo Simeone, recogidas en su libro “El efecto Simeone (la
motivación como estrategia)”: “Lo único que cuenta es mi pasión y mi
convencimiento en lo que hago”.
Parece una frase sencilla pero encierra una gran verdad:
sólo cuando uno está convencido de lo que hace y pone toda su pasión y su
empeño en ello, puede llegar a conseguir el éxito. Claro está que el éxito no
siempre se consigue, pero cuando uno “lo ha dado todo” el fracaso no se
convierte en ninguna losa sino en un escalón más de nuestro aprendizaje y
superación.
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