Una de las parábolas de Jesús hablaba de los talentos que un
amo entregó a tres de sus siervos, anunciándoles que luego les pediría cuentas.
Uno arriesgó y multiplicó esa fortuna. Otro fue más conservador pero también
movió el dinero y consiguió beneficios. El tercero, preso del miedo a perder lo
que el amo le había dado, lo guardó. Cuando el amo pidió cuentas, felicitó a
los que se arriesgaron y castigó al que había tenido miedo y le devolvía sólo
aquello que antes le había dado. Tú también dirías: “para que me devuelvas lo
mismo que te di, no necesitaba haberte dado nada”.
Todo esto también es aplicable a la dirección de equipos y
grupos humanos. Dice Diego Pablo Simeone en su libro “El efecto Simeone (la
motivación como estrategia)” que “no me molesta que el equipo juegue mal, lo
que me desagrada es ver apatía, observar a un jugador relajado, sin entrega,
que duda, que tiene miedo”.
En este vida hay que arriesgarse siempre. Unas veces saldrán
bien las cosas y otras saldrán mal, pero a este mundo no hemos venido para
hacer bien o mal las cosas sino para aprender y solo se aprende a base de
experimentación, a base de dar pasos adelante y asumir riesgos. El mundo es de los
valientes, se dice, y esto es así en todos los aspectos de nuestra vida, tanto
personales como profesionales.
Por eso debemos elegir como él cuando afirma: “Prefiero el
atrevimiento y la valentía”
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