El mayor ejemplo de soberbia en el mundo empresarial lo
tenemos en esos directivos y jefes que no escuchan a sus empleados y sólo están
para dictar órdenes e imponer su voluntad y su modo de hacer las cosas.
Dice Diego Pablo Simeone en su libro “El efecto Simeone (la
motivación como estrategia)” que “lo mejor que le puede pasar a una persona es
ser abierta y escuchar” y es totalmente cierto que aquellos que saben escuchar
a sus empleados reciben con frecuencia una información valiosísima, nuevos
puntos de vista o formas de afrontar un negocio o un problema que pueden ser
útiles bien directamente o bien porque te hacen descubrir una tercera vía en la
que no habías pensado antes.
“Lo que no debe hacer es cerrarse a una idea o a una opinión
y no admitir otras posibilidades distintas a la que él contempla”, añade
Simeone. Por eso un buen directivo o un buen jefe es aquél que busca
proactivamente la opinión de sus empleados y no sólo porque este hecho sirva de
motivación para los mismos sino porque supone un enriquecimiento cultural que
de forma directa o indirecta puede revertir en beneficio de la empresa.
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