miércoles, 21 de agosto de 2013

¿Por qué no juegas?

Al profesor de filosofía noruego Arne Naess le preguntaron con ocasión de su 90 cumpleaños “¿Por qué se sigue subiendo a los árboles, con la edad que tiene?”, a lo que él respondió “¿Y tú, por qué has dejado de hacerlo?”.
Cuando se deja de jugar y de bromear es cuando de verdad se envejece. Por eso, ya decía Platón, hace 2.400 años, que el juego es lo mejor de nosotros y por ese motivo, cuando jugamos nos hacemos más humanos.

En el año 1938 el historiador holandés Johan Huizinga publicó el libro “Homo Ludens”, considerado un clásico en el estudio del juego. En este libro, que ha sido traducido a varios idiomas, se analiza la naturaleza y la importancia del juego como fenómeno cultural y se afirma que precisamente el juego es el motor que impulsa nuestra cultura.

La alegría y el juego son los únicos medicamentos que carecen por completo de efectos secundarios y, por el contrario, han demostrado su eficacia para mejorar la salud tanto del cuerpo como del alma.

El juego te incita a innovar y te permite crear pensamientos e ideas valiosas. Psicólogos y educadores han puesto de relieve la importancia del juego, tanto para nuestros aspectos físicos como mentales y sociales. De igual forma, en el ambiente laboral, un entorno lúdico aumenta la creatividad y la eficiencia.
El pastor protestante, Per Andres Nordengen, lo lleva también al ámbito religioso y dice que fuimos creados por “Deus ludens” (el dios juguetón), como criaturas con alegría, fervor y entusiasmo. Incluso el apóstol San Pablo dice en una de sus epístolas a los Corintios que “me gustaría tener un poco de locura en mí”.

Una sociedad hipócrita y constreñida te marca rígidos márgenes de lo “políticamente correcto” y de lo que la sociedad espera de ti. Pero esas son barreras contra las que hay que luchar y poner el buen humor por encima de todo: de la enfermedad, de la muerte, de la injusticia social...

Como decía el cómico Kass Furuseth, todos deberíamos tener delante de nosotros un cartel que nos recordase: “Se permite sentirse bien aunque estés triste".

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