Los “moraos” se quedaron –como tantos otros- a las puertas. Estandartes inmóviles respaldando las miradas de asombro y pena de los fieles. No pudo ser. La procesión fue por dentro, por dentro de cada uno. Fue imposible distinguir si eran lágrimas o gotas de lluvia, pero ambas brillaban por igual tras el destellos de los flashes. Otro año más de espera. Hasta entonces, el camino seguirá estando en nuestro interior.
2 comentarios:
hay una cosa que no comprendo... (bueno... hay muchas... vale).
es porque las cofradias de semana santa no tapan los pasos con metacrilato o policarbonato... que permitirian ver y proteger...
Eso digo yo. No se trata de poner un plástico costroso y arrugado encima, sino unas planchas flexibles que protejan de la lluvia y permitan ver; vamos, algo así como el "Papamóvil".
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