miércoles, 13 de mayo de 2020

La Midicina en Daimiel


El campo de la Medicina, o sea de la “Midicina”, es muy amplio en Daimiel y existen numerosos términos relacionados con esta materia. Sus principales agentes son el “meidico”, es decir, el médico, que es quien te receta “pinicilina” (término genérico para designar a cualquier antibiótico), el “boticario” (farmacéutico) y el “platicante”, o sea, el profesional de enfermería que te pondrá la “indición”, esto es, inyección.

Si estás “abotargao” es que tienes la cara congestionada, y si estás “amormao” es que tienes la nariz congestionada. De cualquier forma esto será siempre mejor que tener una obstrucción en el “tubillo”, que no es el tobillo sino el tubillo de la orina, o sea, la uretra; o padecer cualquier afección de la “visícula”.

Pero la “Midicina” en Daimiel ha incorporado una serie de conceptos a los que sólo mucho más tarde se ha dado nombre científico. Por ejemplo, el concepto de “bullir” (removerse, no parar quieto ni un momento) o el de “rebullir” (bullir con más intensidad) se ha definido científicamente en nuestros días como TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) demostrándose así cómo la sabiduría daimieleña ha ido siempre por delante de la ciencia oficial. Otro tanto puede decirse del “regüeldo” (cuando te viene a la boca una especie de eructo líquido) definido actualmente como ERGE o enfermedad por reflujo gastroesofágico y que se cura con omeprazol.

De siempre han sido conocidas enfermedades como el “salampión” (el sarampión), síntomas como la “tericia” (la ictericia) o el “tembleque” (temblor del cuerpo causado por la fiebre), o afecciones de la piel como el “sarpullío” (reacción alérgica de la piel) o el “escema” (eccema).

En el campo de la psiquiatría, el estrés ya era definido hace muchos años en Daimiel como “desacarreo” (“tengo un desacarreo mu grande”) que indicaba esa sensación de estrés que a veces acababa convirtiéndose en “murria” una especie de tristeza y cargazón de cabeza que hace andar cabizbajo y melancólico al que la padece y que la psiquiatría moderna lo único que ha hecho ha sido cambiarle el nombre y llamarla: depresión.

Y ya, si nos ponemos en lo peor, tendríamos que hablar de “cólico miserere” que es la causa de muerte a la que se asigna un fallecimiento cuando no se sabe cuál ha sido la causa del mismo. Pues bien, la medicina oficial lo único que ha hecho ha sido sustituir esta expresión por la de “parada cardiaca” o “parada cardiorrespiratoria” para que parezca que saben de qué hablan cuando en realidad no tienen ni idea de la causa real de la citada muerte.

El caso es que antes lo arreglaban todo con “papelillos” (medicamento en polvo que se dispensaba envuelto en un papel doblado varias veces), “depositorios” o “pusitorios” (supositorios), “ablativas” ó “lavativas” (peras de goma para introducir por el ano un líquido) o “cataplasmas” (paño húmedo con hierbas o líquidos medicinales que se colocaban sobre la parte afectada del cuerpo). Ahora, en cambio, como te descuides te mandan al cirujano para que te “saje”, es decir, te corte con un bisturí, eso sí, esperemos que sea con “anastesia”, o sea, anestesia y no quede luego un “costurón” (cicatriz grande).

En fin, lo mejor será que estemos sanos o como mucho “repuntaos”, es decir, con algún leve síntoma, y que se demore todo lo posible el día que tengan que hacernos la “utosia”, o sea, la autopsia.

Y es que por mucho que se conozca la anatomía del cuerpo humano (“napias” = nariz; “cogote” = cuello; “corcusilla” = coxis; etc.), si uno va a Daimiel tendrá que conocer el idioma daimieleño para saber de qué le están hablando. Por ejemplo, si uno se queja de la “barriga” es que tiene algún problema estomacal, claro que si quien acude alarmada ante el volumen que está adquiriendo su “barriga” es una joven, habrá que preguntarle antes si su pareja ha usado “conservativos” (preservativos) porque si no, es posible hasta que tenga “medios” (es decir: gemelos o mellizos). Si así fuera, habrá que darle la noticia “apoquitos” (poco a poco) no vaya a ser que se “añulgue” (o sea, que se atragante), y recetarle alguna cosa si acaso le diera por “degolver” o “gomitar” (vamos, que tuviera náuseas). Y cuando tenga a su hijo... o a sus “medietes” (gemelos o mellizos) habrá que recomendarle que los alimente con las “manolas” (que así es como se llama en daimieleño a las... eso, lo que se utiliza para la lactancia materna).

En cambio, si quien acude al “Embulatorio” (Ambulatorio) es una señora mayor, diciendo que tiene “calorás”, no pensemos que ha cogido “refrialdá” (resfriado), ni le miremos el “gaznate” (la garganta) o le preguntemos si tiene “garraspera” (carraspera)... porque lo más probable es que las “calorás” sean los sofocos propios de la menopausia. Ante esta situación, el “meidico” (médico) no tiene que perder los “niervos” (uséase: los nervios) ni mandar por sistema un “nalis” (o sea, análisis); basta con que la mande a la “botica” (farmacia) a que le dispensen unas “cláusulas” (cápsulas) de algún preparado específico y con eso estará todo “aviao” (esto es: resuelto), sobre todo si entre los “achaques” (síntomas) la paciente ha citado la “galbana” (pereza, desidia) o si nos dice que está “aparranada” (sin ganas de hacer nada), lo cual indicaría un cierto grado de astenia.

Pero la vida en Daimiel es dura y la traumatología está a la orden del día, y no porque haya muchos “güesos” rotos (fracturas de huesos) sino porque el trabajo en el campo o los juegos de niños dan pie a muchas “escalabrauras” (heridas en la cabeza o “sesera”), “chinchones” (los populares chichones) y “desollones”, es decir, heridas con erosión de la piel, la cual puede también “inritarse” (irritarse) o “forrincharse” (inflamarse). Sin embargo, todos estos percances suelen resolverse fácilmente con “mercurocromo” (mercromina o cualquier otro desinfectante tópico) y un poco de “esparatrapo” (o sea, esparadrapo o las populares tiritas); lo importante es que si hay una herida esta no se “encone” o “incone” (infecte) y si es preciso, bastará con mandar un “emplasto” o “pomá” (pomada o crema antiinflamatoria).

En cualquier caso, el “meidico” cuenta con “güenos paratos” (alta tecnología) para explorar a los pacientes, saber que si está “herniao” es que está simplemente cansado, si tiene “garbana” es que sólo se trata de una borrachera, si no tiene “gana” es que está inapetente y habrá que mandarle un tónico reconstituyente, si se queja de un ojo quizás es que tenga un “ahíto” (orzuelo), si se queja del ano puede que tenga “almorranas” (hemorroides), pero si tiene “tortículis” el problema no está abajo sino arriba, en el cuello (tortícolis) y sólo muy de tarde en tarde se descubre algún caso de “pendicitis” (apendicitis) o de “paralís” (parálisis) o de algún “telele” (enfermedad grave) que Dios no lo quiera no lleve a “diñar” (fallecer) al paciente y tengan que llevarlo a las “siete cuerdas y media” (cementerio).

En fin, para “boticarios” (farmacéuticos), “meidicos” (médicos) y “platicantes” (profesionales de enfermería) será bueno recordarles que si van a ejercer su profesión en Daimiel no se “encisquen” (es decir: no se pongan nerviosos) porque hay una solución muy sencilla: aprender el idioma daimieleño. ¿Y cómo se prende eso? Pues muy sencillo, sólo hay que comprar y leer el “Diccionario Daimieleño-Español” del que hay disponible tanto una edición digital (eBook) como una edición impresa que se puede adquirir a través de Amazon (www.amazon.es).

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