Si algún científico quiere ir a trabajar a Daimiel, lo primero que debe
hacer es aprender el idioma daimieleño y en especial toda la terminología
científica que se utiliza en el denominado “País del to, cucha y arrea”.
Para empezar repasaremos las
unidades de medida. Aunque dichas unidades de medida se utilizan o utilizaron
también en otros lugares, debemos empezar por reseñar una realmente autóctona:
la cuerda. En efecto, la cuerda es una medida daimieleña del terreno que
equivale a 6.600 metros cuadrados.
Otra medida peculiar es la fanega
cuya unidad de medida no es uno sino medio; es decir, un cajón de madera que
sirve para medir los cereales y en el que caben unos 22 litros. Así, una fanega
y media es el equivalente a una hectárea, ya que el grano contenido en media
fanega (el citado cajón) da para sembrar esta superficie de terreno.
En longitud, así a lo bestia,
tenemos la legua (5.572 metros y 7 decímetros). En peso, la libra
(460 gr) que a su vez se subdivide en 16 onzas (287 gr). Y si queremos
contar por unidades, saber que una ocena son 12 (por ejemplo, “una ocena
güevos”, son 12 huevos).
Una medida típica de líquidos es
el azumbre (unos 2 litros, más o menos), y una medida típica de áridos
es el celemín (4,625 litros). Tanto uno como otro se subdividen en cuartillos
que, como su nombre indica, son la cuarta parte de cada uno de ellos.
Pero esto no significa que no se
utilice también el sistema métrico decimal, ya que este se utiliza igualmente,
aunque a su manera, siendo la medida más popular el cuartoymitá (375
gr).
Sin embargo, donde la creatividad
ha alcanzado las más altas cotas es en el amplio abanico de unidades
inespecíficas de medida, con las cuales todos se entienden perfectamente.
Algunas de las más populares son las miajas (un poco de algo), que a su
vez se subdividen en miajilla (si es menos que una miaja) o en miejón
(si es más que una miaja).
El instrumento de medida en este
campo es el ojímetro, el único instrumento de medida en todo el mundo
que es incorpóreo y que no exige ningún esfuerzo. Valiéndonos del mismo podemos
medir las cosas por pizcas (si esa pequeña cantidad se toma entre dos
dedos), puñaos (si la cantidad cogida cabe dentro del puño), cacho,
peazo o piazo (una cantidad que puede cogerse con la mano), tajá
(si es una cantidad generosa) o rulajas (si está cortado en partes
iguales y proporcionadas). Y si lo que hay que medir de manera inespecífica es
un líquido, entonces se habla de gotas
(“no meches mucho vino sólo 4 gotas”, que quiere decir: “no me sirvas mucho
vino, sólo un poco”).
Para un país tan peculiar no es
de extrañar que los medios de acarreo (o sea, de transporte) sean
igualmente peculiares. El más ecológico es la becicleta (bicicleta),
pero a los ciudadanos les gusta motorizarse y por eso abundan las amotos (motos)
y amotillos (motocicletas), los autos (automóviles) que si son de
la marca Ford se llaman foritos y si son muy grandes y ostentosos se
llaman aiga. Y ya si vamos todos juntos, para eso está el otobús
(autobús), que en Daimiel tiene nombre propio: Laísa (contracción de
“la” y “AISA”, que algún gracioso dijo que tales siglas correspondían a
Asientos Incómodos Sucios y Asquerosos). Finalmente, si se quiere volar, para
eso están los viones (aviones), aunque por desgracia el aeropuerto de
Ciudad Real aún sigue esperando despegar. En cambio para guardar los demás
vehículos se dispone de cochera (garaje) y allí es donde se suelen
cambiar los gomáticos (neumáticos) cuando están gastados, y en donde se
pinta la carrocería para evitar que se amoezcan (del verbo amoecer, es
decir, oxidar).
En fin, todo científico que se
precie tendrá a su disposición un montón de paratos (aparatos con alguna
utilidad específica) y sin duda también muchos cachivaches (aparatos que
no se sabe muy bien para qué sirven). Seguro que en su casa cogen
(caben) muchos de ellos y no hay duda que serán personas muy leídas (cultas),
digo más, listismas (listísimas). Sin duda dispondrán de una arradio (radio)
o de un arradiejo (transistor), y más de una vez se verán en la
tentación de dejarlo descuajeringao (separadas todas sus piezas) para
analizarlo en profundidad y resolver cualquier poblema (problema).
Cuando por fin lo arreglen podrán decir que eso chuta (funciona) y si
deciden venderlo podrán ajustar (negociar) un buen precio con el que
poder pagar su pechería (cuota anual de pertenencia a una asociación).
La ciencia en Daimiel ha dado
muchos adelantos, desde el asperón (piedra de arenisca de cemento
silíceo usada para frotar la ropa cuando se lava) hasta los chuflitos
(pitorros que van desde el del botijo hasta los de los aspersores para el
riego), pasando por las trompetillas (audífonos), los materiales lásticos
(elásticos), el plesiglás o plexiglas (o sea, el plástico) y los
insecticidas como el fli (viene de la palabra inglesa “fly” ya que se
utiliza contra las moscas y cualquier insecto volador) o la famosa palmeta
(herramienta para matar moscas, compuesta de mango y una superficie plana con
rejilla que permite espanzurrar las
moscas contra cualquier superficie plana).
En conclusión, aquí tenéis maomeno
(o sea, más o menos) unas nociones básicas de la ciencia y tesnología
(tecnología, que no lo había aclarado antes) daimieleña. No olvidéis que fue
aquí donde comprendieron que el relente era frío, que el yelo era
hielo, que la solanera era calurosa, y quizás por ello y por cómo está
evolucionando el mundo, inventaron –entre otros muchos conceptos- el de cambio
climático, al que llamaron: dimudación.
"Diccionario Daimieleño - Español", de Vicente Fisac. Disponible en Amazon, en ediciones digital e impresa:
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