Lo normal es que un poeta escriba en primera persona,
contando sus sentimientos, emociones, vivencias, pensamientos… Sin embargo
alguna vez sucede algo extraño y alguien, un ser incorpóreo, quizás ese ser a
quienes los poetas llaman “Musa” toma el mando y le dicta al poeta lo que debe
trasladar al papel.
Esto es lo que sucedió y quedó reflejado en el libro “Yo
soy Alma”. Una tarde cualquiera de verano, el autor sintió el impulso de
ponerse a escribir un poema, pero se dio cuenta que no era él quien lo estaba
escribiendo, sino que era ella, una chica incorpórea que decía llamarse Alma,
quien le estaba dictando esos poemas que hablaban de la historia y los
sentimientos de ella.
Una tarde tras otra, en aquellas horas de siesta, el
poeta se ofreció gustoso a ser la herramienta que Alma utilizase para contar su
historia a través de unos poemas. Como el poeta se dejaba llevar y la voz de
Alma era muy fuerte, el resultado fue que después, cuando el poeta revisó
aquello que había escrito comprobó que estaba perfecto, que no necesitaba
ningún retoque; algo que como todos sabéis no es lo normal porque todos cuando
escribimos y luego repasamos lo que hemos escrito, solemos hacer algunas
correcciones.
La historia que nos cuenta Alma es muy peculiar. Pasó su
infancia y juventud encerrada en un colegio, pero encontró en sus amigas la
familia que nunca tuvo y la fuerza para seguir adelante. A través de los versos
y también a través de la prosa, nos cuenta sus cosas, sus emociones, sus
juegos… y en medio de todo aquello podemos mirar sus ojos y conocer también sus
íntimos deseos: “es con chicas con quien sueño”. Ella es feliz con sus flores y
sus versos, con su extraña familia y las amigas con quienes comparte alegrías y
recuerdos. Y también, de vez en cuando, le gusta… mirar al cielo.
“Yo soy Alma & Algo así”, de Vicente Fisac.
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