El humor tiene muchos colores. Se
habla de humor verde (el relacionado con el sexo), de humor negro (el
relacionado con la muerte), de humor marrón (el relacionado con todo lo
escatológico)... En esta ocasión nos vamos a referir a este último que, en el
idioma daimieleño, encuentra un abundante y original vocabulario. Repasemos
algunas de esas palabras que tanto se utilizan en Daimiel, y para ello vamos a
empezar de arriba a abajo...
A la altura de la nariz es
costumbre muy fea hacer albondiguillas (mocos que se sacan con los dedos
y se amasan) y esto es algo que se puede evitar; sin embargo otras veces,
cuando se está resfriado, podemos soltar sin querer, alguna vez, una totana
(moco espeso y fluido que cuelga de la nariz sin caerse), lo cual provoca
situaciones realmente embarazosas. Por eso lo mejor es tener siempre la nariz
limpia y usarla sólo para su función natural que es la de goler (oler),
evitando, eso sí, tener que captar con ella ninguna olisna (peste, mal
olor) y mucho menos ningún tufo (olor fuerte y desagradable o
perjudicial para la salud).
A la altura de la boca hay que
guardar igualmente la compostura y no dedicarnos a echar escupitazos o escupitajos
(echar fuera bolos de saliva), menos aún si estamos resfriados, en cuyo caso
estos podrían convertirse en lapos (escupitajo de consistencia viscosa
al llevar componente de la mucosidad nasal), sobre todo porque ya no hay a
nuestra disposición –como antiguamente- escupideras (recipiente que se
ponía en el suelo para echar ahí los escupitajos). Usemos, pues la boca para
hablar, para comer y para beber, y con relación a esto último, tengamos cuidado
al beber de no hacer bucitos (pequeños trocitos de comida que quedan
flotando dentro de un recipiente con líquido cuando alguien bebe en dicho recipiente
sin haber tragado antes la comida que tenía dentro de la boca). De esta forma
lo único desagradable que salga por ella que sea de forma involuntaria cuando
estemos enfermos y tengamos ganas de gomitar (devolver).
Finalmente a la altura del culo hay
que considerar, en primer lugar, que esta palabra también puede referirse a la
parte inferior de un vaso o de cualquier otro recipiente (ejemplos: “pon el
culo del vaso encima del mantel”, “se ha roto la jarra por el culo” (es decir,
por la parte inferior”). Pero aquí nos referiremos a la zona anatómica del
cuerpo humano cuya puerta habitual de expresión es el ojete (ano). Se
diría que su misión es giñar (defecar) pero la verdad es que da mucho
juego.
Podemos tener cagalera (diarrea)
o zurruscarnos (irnos por la patilla como vulgarmente se dice), podemos
echar una simple cagarrutia o cagarruta (excremento de pequeño
tamaño), un moñigo (un excremento de tamaño normal), o un zurullo (caca
de gran tamaño, viscosidad media y forma amorfa). Y si no nos limpiamos bien
puede quedar en los calzones alguna zurraspa
(mancha de caca en las bragas o calzoncillos). Desde luego si alguien ha usado
en primera persona todas estas palabras es que es un auténtico cagalindes (persona
de pocas luces que tiene la fea costumbre de hacer caca en las lindes de los
caminos, aunque este término también se utiliza como insulto aunque el aludido
no haga caca en las lindes).
Y es que la caca no es exclusiva
del género humano, porque también, por ejemplo, alguna vez nos habrá caído alguna
palomina (caca de paloma). En cualquier caso, si queremos hacer de
vientre (hacer caca) lo mejor es ir al retrete (servicio, excusado,
váter, WC, toilet, etc.) para depositar allí nuestra mierda
(excrementos) y que si hay en la casa alguna zorrera (sitio donde huele
muy mal) que sólo sea este lugar que habrá de estar siempre ventilado, limpio y
perfumado, y que nadie nos pueda llamar nunca ni guarro ni gorrino
(cerdo, tanto el animal como la persona poco aseada).
Antes de terminar este capítulo merece
mención alguien silencioso y maleducado: el follón. Este es un pedo...
podríamos decir que de etiqueta, ya que es muy discreto y no hace ruido, pero
por el contrario suele ser extremadamente maloliente.
Por consiguiente, lo mejor que
podemos hacer al terminar de leer este texto es llamar al basulero
(basurero) para que lo recoja y lo tire bien lejos.
Fuente: “Diccionario Daimieleño-Español”, de Vicente Fisac. Disponible en
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