domingo, 17 de mayo de 2020

Humor marrón y Daimiel


El humor tiene muchos colores. Se habla de humor verde (el relacionado con el sexo), de humor negro (el relacionado con la muerte), de humor marrón (el relacionado con todo lo escatológico)... En esta ocasión nos vamos a referir a este último que, en el idioma daimieleño, encuentra un abundante y original vocabulario. Repasemos algunas de esas palabras que tanto se utilizan en Daimiel, y para ello vamos a empezar de arriba a abajo...

A la altura de la nariz es costumbre muy fea hacer albondiguillas (mocos que se sacan con los dedos y se amasan) y esto es algo que se puede evitar; sin embargo otras veces, cuando se está resfriado, podemos soltar sin querer, alguna vez, una totana (moco espeso y fluido que cuelga de la nariz sin caerse), lo cual provoca situaciones realmente embarazosas. Por eso lo mejor es tener siempre la nariz limpia y usarla sólo para su función natural que es la de goler (oler), evitando, eso sí, tener que captar con ella ninguna olisna (peste, mal olor) y mucho menos ningún tufo (olor fuerte y desagradable o perjudicial para la salud).

A la altura de la boca hay que guardar igualmente la compostura y no dedicarnos a echar escupitazos o escupitajos (echar fuera bolos de saliva), menos aún si estamos resfriados, en cuyo caso estos podrían convertirse en lapos (escupitajo de consistencia viscosa al llevar componente de la mucosidad nasal), sobre todo porque ya no hay a nuestra disposición –como antiguamente- escupideras (recipiente que se ponía en el suelo para echar ahí los escupitajos). Usemos, pues la boca para hablar, para comer y para beber, y con relación a esto último, tengamos cuidado al beber de no hacer bucitos (pequeños trocitos de comida que quedan flotando dentro de un recipiente con líquido cuando alguien bebe en dicho recipiente sin haber tragado antes la comida que tenía dentro de la boca). De esta forma lo único desagradable que salga por ella que sea de forma involuntaria cuando estemos enfermos y tengamos ganas de gomitar (devolver).

Finalmente a la altura del culo hay que considerar, en primer lugar, que esta palabra también puede referirse a la parte inferior de un vaso o de cualquier otro recipiente (ejemplos: “pon el culo del vaso encima del mantel”, “se ha roto la jarra por el culo” (es decir, por la parte inferior”). Pero aquí nos referiremos a la zona anatómica del cuerpo humano cuya puerta habitual de expresión es el ojete (ano). Se diría que su misión es giñar (defecar) pero la verdad es que da mucho juego.

Podemos tener cagalera (diarrea) o zurruscarnos (irnos por la patilla como vulgarmente se dice), podemos echar una simple cagarrutia o cagarruta (excremento de pequeño tamaño), un moñigo (un excremento de tamaño normal), o un zurullo (caca de gran tamaño, viscosidad media y forma amorfa). Y si no nos limpiamos bien puede quedar en los calzones alguna zurraspa (mancha de caca en las bragas o calzoncillos). Desde luego si alguien ha usado en primera persona todas estas palabras es que es un auténtico cagalindes (persona de pocas luces que tiene la fea costumbre de hacer caca en las lindes de los caminos, aunque este término también se utiliza como insulto aunque el aludido no haga caca en las lindes).

Y es que la caca no es exclusiva del género humano, porque también, por ejemplo, alguna vez nos habrá caído alguna palomina (caca de paloma). En cualquier caso, si queremos hacer de vientre (hacer caca) lo mejor es ir al retrete (servicio, excusado, váter, WC, toilet, etc.) para depositar allí nuestra mierda (excrementos) y que si hay en la casa alguna zorrera (sitio donde huele muy mal) que sólo sea este lugar que habrá de estar siempre ventilado, limpio y perfumado, y que nadie nos pueda llamar nunca ni guarro ni gorrino (cerdo, tanto el animal como la persona poco aseada).

Antes de terminar este capítulo merece mención alguien silencioso y maleducado: el follón. Este es un pedo... podríamos decir que de etiqueta, ya que es muy discreto y no hace ruido, pero por el contrario suele ser extremadamente maloliente.

Por consiguiente, lo mejor que podemos hacer al terminar de leer este texto es llamar al basulero (basurero) para que lo recoja y lo tire bien lejos.

Fuente: “Diccionario Daimieleño-Español”, de Vicente Fisac. Disponible en Amazon (www.amazon.es) en ediciones digital e impresa.

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