Y ya, como último ejercicio
práctico para ir dominando el idioma daimieleño, vamos a ofrecer un relato
imaginario. ¿Os imagináis que en Daimiel se hubiesen celebrado unos Juegos
Olímpicos y uno de sus atletas hubiese conseguido varias medallas? Pues así
sería su relato…
En un lugar de La Mancha, llamado
Daimiel, no ha mucho tiempo se celebraban unas Olimpiadas: las “Olimpiadas de
la era (lugar donde se separa el
grano de la paja)” en donde tuve la oportunidad de ganar muchas medallas
llamadas “tortasoles” porque
llevaban la imagen de un girasol.
Uno de mis recuerdos más
memorables (de memo) se refiere a mi participación tercera y última
participación en estas Olimpiadas que se celebraban cada dos años en una era.
Sin duda mi triunfo más duro fue
en la prueba de “1.500 metros atronchacarrizo”
(campo a través). Aún recuerdo cómo sonaban las cornetas mientras avanzaba por
la estera (alfombra) flanqueado por
dos filas de gañanes (especie
autóctona de La Mancha que se identifica por su blusón a rayas negras y grises,
faja, boina, pañuelo con cuatro nudos en la cabeza, pantalón de pana, albarcas,
celtas cortos y posiblemente –porque no se ve- calzoncillos largos) para subir
al podio.
Sin embargo para el triunfo en la
prueba de “Voltijetas (volteretas)
artísticas” lo duro fue el entrenamiento previo para lograr elasticidad. Pero
esa elasticidad me vino muy bien para quedar después segundo (tortasol de
plata) en la prueba de “Lanzamiento de mendrugo
(trozo de pan duro con medidas homologadas)”. También me valió para la prueba
de “Lanzamiento de horca (tridente
de madera para mover la paja)” en donde el alcance de los lanzamientos se
marcaba con la reja del arao y la medición exacta se hacía
gracias al ojímetro de precisión del
árbitro. Lancé la horca a 105 metros (más o menos) de distancia, lo que supuso
un récord olímpico que a día de hoy nadie ha superado, ni siquiera los finolis
que lanzan jabalina en vez de horca (el que más se ha acercado ha sido Uwe Hohn,
de Alemania Oriental, con un lanzamiento de 104,8 metros en 1984).
Pero quizás la prueba más
elegante –y en la que más ligaba- era la de “Tenis rústico” en donde se
utilizaban palmetas (de las de matar
moscas) en vez de raquetas y donde calcé unas albarcas último modelo de la marca “Ni qué”, unas zoquetas (funda de cuero para proteger
la muñeca que se usa para segar) de diseño en las muñecas, y en donde pude
alzar el trofeo que, en vez de una copa era un botijo, y recibir finalmente el beso (y algo más que vino después)
de la reina de las fiestas.
No tuve tanta suerte, sin
embargo, en otras pruebas, como la carrera de tartanas (carro tirado por una mula) o de galeras (carro tirado por dos mulas). Con los animales no tenía
tanta mano porque enseguida se me iba la mano. En cambio sí que tenía agilidad
para mover las manos con gran celeridad en la prueba de “Vareao” consiguiendo hacer caer del olivo más aceitunas que nadie,
aunque un participante, Edelmiro, se quejó de que el olivo que le había tocado
varear tenía unas aceitunas muy raras en forma de higo.
Nota final del autor.- Salvo las palabras utilizadas que son auténticamente
daimieleñas y la referencia a Uwe Hohn que es cierta, todo lo demás es
completamente falso.
Fuente: “Diccionario Daimieleño-Español”, de Vicente
Fisac. Disponible en Amazon (www.amazon.es) en ediciones digital e impresa.
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