Jon Symonds era un
joven y prometedor economista que fue nombrado director financiero del gran
grupo farmacéutico multinacional británico Zéneca y después, del tercer
laboratorio farmacéutico más importante del mundo, AstraZéneca. Aunque ya
pasaba de los 40 años era el más joven, con diferencia, de todo el cuadro
directivo. La primera vez que coincidí con él fue en la presentación de los
resultados económicos de la compañía en Londres, a donde acudí con un grupo de
periodistas españoles. Tras la correspondiente rueda de prensa se celebró a
continuación un cóctel en donde me lo presentaron y pude comprobar que era
igual de “accesible y normal” (algo extremadamente raro de encontrar entre los
grandes directivos de las grandes compañías) que los demás miembros de su
equipo. Con todo, lo que más nos llamó la atención cuando estuvimos conversando
con él no fue su juventud ni su trato afable y cercano, sino... su corbata de
cerditos. Para tal acontecimiento (el más importante de la compañía de cuantos
se celebraban con los medios de comunicación) eligió una alegre corbata llena
de sonrosados cerditos similares al famoso Porky. El propio director ejecutivo,
Tom McKillop se unió al grupo y bromeó respecto a tal corbata. Pero ¿qué tiene
de especial que un gran directivo se ponga para tal acontecimiento una corbata
completamente alegre e infantil? Pues tiene de especial precisamente eso, que
no es lo habitual encontrar personas con un alto cargo y más alto sueldo aún,
que disfruten de la compañía y conversación de gente normal. Por eso traigo
aquí este pequeño relato, con la esperanza de que su ejemplo sirva para que más
gente “importante” se de cuenta que lo más importante es –curiosamente- todo lo
contrario: la normalidad.
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