Periódicamente celebrábamos en Barcelona unos simposios internacionales
de medicina, correspondientes a los que se llamaba European Institute of
Healthcare, promovidos por la central europea de AstraZéneca.
Una de las escenas más curiosas que presencié en uno de aquellos
simposios fue al llegar la hora del descanso a media mañana. En dicho descanso,
los asistentes al simposio salían al amplísimo hall en donde se les ofrecía un
café con bollería y aperitivos, pero en aquella ocasión fueron muchos los
médicos (especialmente toda la delegación belga) los que pasaron olímpicamente
del desayuno y salieron al exterior para sentarse en las escaleras que daban
acceso al edificio. ¿Era una manifestación? ¿Se trataba de algún tipo de
protesta? Nada de eso; simple y llanamente era la necesidad imperiosa que tenía
de recibir sobre su piel los rayos del sol. Según nos explicaron llevaban tres
semanas seguidas de lluvia en Bélgica y ahora, al ver en Barcelona aquél sol
radiante no podían desaprovechar ni un minuto para disfrutarlo. Por eso muchos
médicos europeos, pero sobre todo los belgas, se quedaron todo el rato de
descansando sentados en las escaleras tomando el sol como si fuesen simples
lagartos.
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