viernes, 13 de enero de 2017

El superviviente del “incendio”

Un día cualquiera, cuando trabajaba en el laboratorio farmacéutico en donde ocupábamos un edificio completo del complejo empresarial Parque Norte, en Madrid, realizamos un simulacro de incendio. Ya nos habían avisado previamente, así que cuando sonó la alarma nadie se “alarmó” y todos nos levantamos y fuimos caminando sin sobresaltos hacia las escaleras para desalojar el edificio. Lo mismo se hizo en los edificios vecinos y todos los trabajadores nos congregamos en la plaza central.

Pero he aquí que un famoso personaje de la industria farmacéutica, Pedro Haro, apareció por allí. Era una persona ya muy mayor, que llevaba toda su vida como editor ofreciendo a los laboratorios sus servicios para la edición de libros, folletos y cuanto se terciara; pero era de la vieja escuela. Para Pedro Haro eso de presentar una oferta a concursos para llevarse el trabajo no iba con él. Con tantos años de experiencia, su palabra y la confianza que inspiraba debían ser suficientes; él daría siempre un precio muy ajustado y un trabajo bien hecho y entregado en la fecha prevista. De su larga trayectoria en este negocio daba buena fe el hecho de que trataba siempre de tú a todos los directivos, ya fuesen presidentes o simples empleados; él era una persona cercana, sencilla, de confianza, vamos, de toda la vida.

En fin, volvamos a aquél día en el que, curiosamente, Pedro Haro andaba cojo por un pequeño percance que había padecido unos días antes, y se dirigía a mi laboratorio para ofrecer una vez más sus servicios. Cuando llegó debió extrañarle el ver tanta gente arremolinada en la plaza central y quizás aquél desconcierto le hizo pasar desapercibido ante los controles de seguridad que siempre controlan todas las visitas que acceden al recinto. Pues ni controles de seguridad, ni muchedumbre, ni nada; pasito a pasito, con su cojera, atravesó todo el espacio hasta llegar a nuestro edificio en el que ni siquiera quedaban ya las recepcionistas. Como él se consideraba “de la casa” entró sin más, subió a una de las plantas y al no ver a nadie fue a otra, y a otra... en realidad no sé qué recorrido hizo por aquellas dependencias abandonadas, el caso es que a los cinco o diez minutos, cuando volvimos a nuestros puestos de trabajo, fue él quien nos recibió y nosotros los extrañados de verle allí dentro en donde no tendría que haber quedado nadie. En aquél incendio ficticio, él fue el único superviviente.

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