Bueno, el nombre del tal señor Yakamoto es inventando (porque no me
acuerdo de su nombre real) pero esta anécdota sí que es real. Todo sucedió
cuando un empresario japonés visitó nuestra compañía (ICI-Zeltia, hoy Syngenta)
y mantuvo una reunión con varios de nuestros directivos y jefes. Uno de los que
allí estaban era el jefe de registro Juan González Diaque, un gaditano con
mucha gracia (no podía ser de otra manera) y muy pocos conocimientos de inglés.
Pero, a pesar de sus escasos conocimientos de inglés, le pidieron que estuviese
presente en dicha reunión. Y la reunión se alargó y alargó... y todo en
inglés... y él sin enterarse de nada. Al cabo de unas interminables horas, por
fin el señor Yakamoto se levantó de su asiento y fue una gran sensación de
alivio la que nuestro amigo Juan sintió en aquél momento. NI corto ni perezoso,
él también se levantó y le tendió la mano mientras le decía con gran alegría
“Goodbye, mister Yakamoto”. Pero resultó que nadie más se había levantado, que
todos permanecían sentados en sus respectivos sitios, mirándole a él con cara
de asombro como el propio señor Yakamoto que no entendía nada de lo que estaba
pasando.
¿Qué había sucedido? Ni más ni menos que, tras varias horas de reunión
en inglés en aquella pequeña sala, el señor Yakamoto había dicho que tenía
calor y se levantó para ir a abrir la ventana, signo que el pobre Juan entendió
que significaba el fin de la reunión y el final, por fin, de aquella tortura, y
por eso se levantó presuroso para despedir al ilustre invitado.
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