Al que fuera presidente de la Organización Médica Colegial
(OMC) tengo mucho que agradecerle, ya que me dio la oportunidad de trabajar en
esa organización durante los últimos años de mi etapa profesional; por ello lo
que voy a contar no es ningún secreto sino algo que él refería con frecuencia a
quienes compartían unos minutos de charla después de cualquier acto oficial.
Contaba que en una ocasión le propusieron estar en la
presidencia de un acto, algo que él aceptó pero, llegado el momento, comprobó
con desagrado que el lugar principal de la mesa no era para él sino que lo
ubicaban en un extremo. Entonces él muy digno se dio media vuelta, pegó un
taconazo estilo militar, y se marchó decidido y con la cabeza erguida tal como
hace el cantante Raphael en sus conciertos.
Yo mismo pude comprobar cómo cada vez que le proponían estar
en una mesa presidencial, lo primero que hacía era preguntar quiénes iban a
estar en esa mesa y qué lugar ocuparía él. Si el lugar que le adjudicaban no
era el principal, simplemente no aceptaba.
Y aún hay más. La revista Redacción Médica, del gripo
editorial Sanitaria 2000 organiza cada verano una cena de verano, a la que
acude todo el mundo sanitario. Allí hay unas mesas donde se sienta la ministra
de sanidad, los consejeros, los presidentes de los laboratorios que pagan esa cena
multitudinaria, y algunos altos cargos del mundo sanitario profesional. Un año,
estaba sentado en una de esas mesas principales cuando llegaron los
organizadores y con gran apuro le dijeron que la ministra de sanidad, a pesar
de que había excusado su asistencia, al final había llegado y tenían que
sentarla en esa mesa y por consiguiente a él desplazarlo a otra. Aquello le
sentó tan mal que al año siguiente, cuando se celebró la siguiente cena del
verano, nos pidió a los miembros de la OMC que habitualmente asistíamos a esa
cena, que no fuésemos en señal de protesta por tal menosprecio. Doy fe que yo,
como buen chico, acepté y excusé mi presencia aunque me hubiera gustado
asistir.
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